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TALTIBIO.- Hécuba,
ya conoces mis numerosas venidas a Troya como mensajero del ejército
aqueo. Ya me conoces de antes, mujer. Ahora he venido para comunicarte
un nuevo mensaje. |
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TAL.- Ya habéis
sido sorteadas, si es eso lo que os temíais.: |
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HÉC.- ¿Sin dada
como esclava para su esposa laconia? ¡Ay de mí! |
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HÉC.- ¿Y qué
hay de la pequeña cría que me habéis arrebatado? ¿Dónde está? |
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¿Es que no
contempla ya la luz del sol? |
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abre surcos con las uñas en tus dos mejillas! ¡Ay de mí, ay! Me ha tocado servir a un ser odioso y trapacero, enemigo de justicia, a una bestia sin ley que todo lo revuelve aquí y allá y de nuevo lo de allá lo trae aquí con las dobleces de su lengua; y lo que antes era amigo lo hace enemigo de todo[14]. Lamentaos, troyanas, por mí. |
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Me dirijo a un
triste destino. Yo, la desdichada, he caído con el lote más adverso.
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¿Están poniendo
fuego a las tiendas a fin de abrasar sus propios cuerpos, con el deseo
de morir, ahora que están a punto de llevarlas a Argos? ¡En verdad el
hombre libre soporta con impaciencia la desgracia en tales casos! ¡Abre,
abre! No vayas a cargarme con la culpa de algo que conviene a éstas pero
que sería odioso para los aqueos. |
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con antorchas el templo. ¡Oh soberano Himeneo, feliz es el novio y feliz yo que en Argos voy a unirme al lecho de un rey! ¡Himen, oh soberano Himeneo! Porque tú, madre, con lágrimas y; sollozos te lamentas de mi padre muerto y de la querida patria, pero yo por mis nupcias |
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levanto la
llama del fuego, para brillo, para resplandor, para darte, oh Himeneo,
para darte, oh Hécate, luz sobre los tálamos de las vírgenes, como es
ritual. |
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En tu templo ceñido de laureles yo seré la oficiante[16]. ¡Himen, oh Himeneo, Himen! Danza, madre, recobra tu risa; mueve en círculos aquí y allá, conmigo, los pasos que tanto amo de tus pies. Gritad a Himeneo, ¡oh!, y a la novia con felices cantos y alaridos. ¡Vamos, hijas de bellos peplos de los f rigios, cantad al esposo de mis bodas, |
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al esposo
señalado para mi cama! |
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permanece en el
mismo estado de siempre. Traed las antorchas, troyanas, y contestad con
lágrimas a los cantos nupciales de ésta. |
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Dejaré lo demás: no quiero cantar un himno al hacha que va a caer sobre mi cuello y el de los demás, ni a las luchas matricidas que va a suscitar mi boda, ni a la ruína total de la casa de Atreo. Voy a demostrar que estos troyanos son más afortunados que los aqueos y, aunque estoy poseída, esto al menos lo afirmo libre de mi locura báquica. Éstos por causa de una sola mujer, de un solo amor —por conquistar a Helena— ya han perdido millares de vidas. |
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Y su experto general ha perdido lo que más quería en aras de un ser odioso. Ha entregado a su hermano el placer hogareño de sus hijos por causa de una mujer, que incluso vino de buena gana y no raptada por la fuerza. Cuando arribaron a las orillas del Escamandro, comenzaron a morir no porque les hubieran privado de las fronteras de su tierra ni de su patria de elevadas torres. Aquellos a quienes Ares sometía, no volvieron a ver a sus hijos, no fueron amortajados por las manos de su esposa. Y ahora yacen en tierra extraña. En su patria sucedían cosas semejantes: |
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sus mujeres morían viudas y los hombres quedaban en casa sin hijos después de haber criado los suyos para otros. Y no había nadie que, junto a su tumba, donara a la tierra sangre de víctimas. ¡Cómo va a ser su expedición digna de elogio! Más vale silenciar las ignominias. ¡Que la musa de los cantos no me inspire un himno con que celebrar la infamia! En cambio los troyanos, para empezar, morían inmolados por su patria, lo que constituye la más hermosa gloria. Aquellos a quienes domeñaba la lanza eran llevados a casa por sus hijos y recibían el abrazo de la tierra en su propia patria, |
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amortajados por las manos de quienes debían hacerlo. Los frigios que no morían en combate vivían constantemente, día tras día, con su esposa e hijos, placer del que se veían privados los aqueos. En cuanto al doloroso destino de Héctor, escucha cómo es en verdad: ha muerto con la fama del hombre más excelente, cosa que propició la venida de los aqueos; pues si se hubieran quedado en casa, la excelencia de éste habría quedado en la oscuridad. Paris desposó a la hija de Zeus; que si no lo hubiera hecho, habría tenido un casamiento oscuro en su casa. |
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Y es que, en
verdad, el hombre prudente debe evitar la guerra; pero si da con ella,
es hermosa corona para su ciudad el morir con honor, más es deshonra
morir indignamente. Por esto, madre, no tienes que lamentarte por tu
patria ni por mi boda, pues con ella voy a destruir a mis enemigos más
odiados y a los tuyos. |
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calumniando así a mis generales, sin pagarlo. En verdad, los hombres grandes y que tienen fama de sabios en nada superan a quienes nada son. E1 gran soberano de los ejércitos de toda Grecia, el amado hijo de Atreo, ha aceptado por propia elección el amor de esta ménade. Yo soy un pobre hombre, pero jamás habría querido para mí el lecho de ésta. En cuanto a ti..., ya que no tienes sano el juicio, ¡que el viento se lleve tus reproches a los argivos y tus loas a los frigios! |
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Sígueme en
dirección a las naves. ¡Hermosa prometida para el jefe de nuestro
ejército! (A Hécuba.) Y tú, cuando el hijo de Laertes quiera
llevarte, sígueme; vas a ser la sierva de una mujer prudente, según
aseguran cuantos han venido a Ilión. |
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tal como se me ha manifestado?... Por lo demás, no voy a reprocharte. ¡Pobre Odiseo, no sabe qué sufrimientos le aguardan! Algún día va a considerar como oro mis males y los de los frigios comparados con los suyos. Después de diez años —,además de los de aquí—llegará sólo a su patria. (Bien lo sabe la terrible Caribdis que ocupa el estrecho rocoso y el montaraz Cíclope comedor de carne cruda, y la ligur[18] Circe que transforma a los hombres en cerdos, y los naufragios en el salino mar, y el ansia por comer loto, y las vacas sagradas de Helios |
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que un día dejarán escapar su voz en amarga profecía para Odiseo. Para abreviar, entrará vivo en el Hades y, después de escapar del agua de la laguna, encontrará en su casa, al volver, males sin cuento. Mas ¿a qué enumerar los trabajos de Odiseo? Marcha con la mayor rapidez posible; celebremos en Hades las nupcias con mi prometido. ¡Ah! Tú que pareces haber llevado a cabo algo importante, conductor de los Dánaos[19], recibirás sepultura de mala manera y de noche, no de día. Y en cuanto a mí, me arrojarán desnuda y las torrenteras de nieve fundida entregarán mi cadáver —¡el de la sierva de o Apolo!— |
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a las fieras para banquete, cerca de la tumba de mi prometido. (Se desnuda de sus símbolos sagrados.) ¡Adiós, bandas del más querido de los dioses, insignias del evohé! Abandono las fiestas en las que antes me gloriaba. Alejaos de mi cuerpo rotas a jirones; ahora que mi cuerpo todavía es virgen, quiero entregárselas al viento para que te las entregue a ti, oh soberano profeta. ¿Dónde está el barco del general? ¿Dónde tengo que embarcar? No te apresures en esperar viento para tus velas, porque conmigo vas a sacar de esta tierra a una de las tres Erinis. ¡Adiós, madre, no llores! ¡Oh amada patria y vosotros, hermanos y padre que yacéis bajo tierra, |
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no tardaréis mucho
en recibirme! Me presentaré ante vosotros muertos como triunfadora,
luego de arruinar la casa de los Atridas por quienes perecimos. (Sale
con Taltibio. Hécuba se desploma.) |
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mas con todo no carece de dignidad el invocar a los dioses cuando uno de nosotros recibe un revés de la fortuna. En primer lugar quiero desahogarme cantando mis bienes, pues así produciré mayor lástima con mis males. Era reina y casé con un rey; luego engendré hijos excelentes, no sólo por el número, sino los más sobresalientes de los frigios. Ninguna mujer troyana, griega o bárbara, podrá jactarse de haber parido tales. Mas los vi caer bajo la lanza helena |
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y mesé mis cabellos ante sus tumbas. A Príamo que los engendró lo lloré no porque conociera su muerte de otros labios, sino que yo misma ,con estos ojos, vi cómo lo degollaban sobre el fuego del hogar y cómo destruían mi ciudad. Mis hijas, a quienes eduqué con esmero en la virginidad para honra y prez de sus esposos, para otros las eduqué, las han arrancado de mis brazos. Y ni ellas tienen esperanza de volver a verme ni yo misma las veré ya jamás. Y lo último, la cornisa de mis lamentables males: |
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yo que soy una anciana voy a llegar a la, Hélade como esclava. Esto es lo más desventurado para una anciana: me encargarán de que guarde las llaves como portera —¡a mí, que parí a Héctor!— o de fabricar pan. Me acostaré en el suelo, con la espalda arrugada —que viene de un lecho real—, con mi arrugado cuerpo vestido con jirones de peplos arrugados, una deshonra para los poderosos. ¡Pobre de mí, qué cosas me han tocado en suerte, y me seguirán tocando, por la boda de una sola mujer! |
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¡Hija mía Casandra, compañera de los dioses en el éxtasis báquico, con qué infortunio has destruido tu pureza! Y tú, oh paciente Políxena, ¿dónde estás? ¡Que no pueda ayudar a esta desgraciada ningún hombre ni mujer, con los muchos que me nacieron! Por ello, ¿a qué levantarme? ¿Con qué esperanza? Conducid mis pies —que un día fueron delicados en Troya, mas ahora son esclavos— hacia un jergón de paja tendido en tierra o a un lecho de piedra. Allí me dejaré caer y moriré consumida por el llanto. |
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No consideréis feliz a nadie de los poderosos hasta el momento de su muerte. |
13] Tanto esta frase como el y. 264 son eufemismos, que Hécuba no comprende, para ocultar la muerte de Polixena.
[14] A Odiseo, que llegó a ser el representante ideal del pueblo jonio, por su carácter astuto y emprendedor, lo presenta la tragedia a veces (ya incluso los Cantos Ciprios) como un ser abyecto, cínico y cobarde. En todo caso, la alusión a Odiseo aquí es un procedimiento para mantener la trabazón de la trilogía; no hay que olvidar que él fue el causante de la muerte de Palamedes.
[15] Es el grito de las Ménades de Dioniso, con quienes Casandra se identifica por su estado de posesión divina.
[16] Alusión obvia a su propia muerte, de la que va a ser oficiante y víctima a la vez.
[17] Juego de palabras: se llaman heraldos y son odiados Por todos porque son, como señala MURRAY, como la negra Ker (Ker-ykes).
[18] Ligur, porque su isla de Eea (de localización imaginaria en Odisea, y en todo caso se situaría en el extremo oriental) fue luego identificada con el territorio Circeo.
[19] Agamenón.