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CORO.- Estos que aquí estamos, tras partir los persas para tierra griega, recibimos el nombre de fieles y, por privilegio de nuestra ancianidad, el de guardianes de estas ricas moradas repletas de oro. El propio Rey, el soberano Jerjes, que nació de Darío, nos escogió para cumplir la misión de velar por nuestro país. Preocupado por la vuelta del Rey y la de su ejército en oro abundante, como adivino de desgracias, ya se siente demasiado turbado |
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el corazón dentro de mí. Todo el vigor de la juventud en Asia nacida ha partido, y por su esposo se queja aullando <la esposa que lo echa de menos.>. ¡Y no hay mensajero ni ningún jinete que llegue a esta ciudad de los persas! Marcharon dejando tras ellos Susa y Ecbatana, y la fortaleza antigua de Cisa[1], unos a caballos; los otros en naves; y a pie, los soldados de la infanterfa, formando una masa compacta de tropas de guerra. |
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Tales fueron Amistres, Artafrenes, Megabates y Astaspes, jefes persas, reyes que son del Gran Rey vasallos, como capitanes de un ejército inmenso, al mando de aquellos que vencen disparando flechas, de los caballeros que infunden pavor sólo al verlos y que son en la lucha terribles por la fama gloriosa de sus almas tenaces. Y Artembares, en su carro de guerra. Y Masistres y el arquero triunfante, |
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el esforzado Imeo; y Farandaces; y Sóstanes, que a la lucha se lanza a caballo. A otros los envió el dilatado Nilo, el río que tanta tierra fertiliza[2]: Susíscanes, Pegastón -hijo de Egipto- y el magnífico Arsames, señor de la sagrada Menfis; y el que gobierna la venerable Tebas: Arimardo; y en las naves, los hábiles remeros de pantanosas aguas; y una muchedumbre innumerable. |
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Sigue una multitud del pueblo lidio (gente de vida regalada), que ejercen su dominio sobre todos los pueblos de su continente: Metrogates y el valiente Arteo, sus reyes comandantes; y Sardes, rica en oro, los envía al combate con innúmeros carros, escuadrones dotados con tiros de cuatro y seis caballos, espectáculo que infunde temor sólo al verlo. Los vecinos del sagrado Tmolo[3] acarician la idea de echar sobre Grecia un yugo de esclavitud: |
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Mardón y Taribis, que resisten cual yunques la lanza enemiga. Los flecheros misios. Y Babilonia, la que es rica en oro, envía abigarrada muchedumbre en tropel a bordo de naves y confiados en su audacia de arqueros. Y de toda Asia les sigue la gente armada de espada que el Rey ha hecho ir con orden severa. Tal flor de varones de la tierra persa se ha puesto en camino. |
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Toda la tierra asiática que antaño los
criara gime por ellos con intensa nostalgia: padres y esposas, contando
los días, tiemblan ante un tiempo que se va dilatando. |
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tras haber pasado al estrecho de
Hele[4]
, hija de Atamante,sobre un puente formado por barcos atados con cables
de lino, luego de haber echado al cuello del mar ese yugo afirmado con
múltiples clavos que sirviera de paso[5]
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y en los jefes firmes y rudos del
mar, él, un mortal igual a los dioses, miembro de una raza nacida del
oro[6]. |
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que contenga con sólidos diques el invencible oleaje marino, pues es invencible el ejército persa y su pueblo de valiente corazón. Pero, ¿qué hombre mortal evitará el engaño falaz de una deidad? ¿Quién hay que con pie rápido dé con pleno dominio un fácil salto? Porque, amistosa y halagadora en un principio, Ate[9] desvía al mortal a sus redes, |
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de donde ya no puede escapar el
mortal, luego de haber procurado la huida por encima de ellas.
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de anchos caminos y blanca espuma
debida al viento, confiados en los cordejes de lino trenzado y en
artificios para hacer el transporte de tropas. |
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Antístrofa 4ª |
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como enjambre de abejas, nos han
dejado solos luego de haber cruzado el cabo marino común unido a ambas
tierras[10]. |
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Pero, ea, persas, sentados aquí,
ante este antiguo techo[11],
apliquemos nuestra reflexión atenta y productora de profundos consejos,
pero de prisa, que ya se acerca la necesidad. ¿Cómo le irá a Jerjes, al
Rey que nació de Darío? ¿Será vencedor el disparo del arco? ¿O ha
prevalecido el vigor de la lanza de punta de hierro[12]?. |
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sale la madre del Rey y mi Reina.
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[1] Susa es una de las tres capitales del imperio persa. Ecbatana es la segunda ciudad. Cisa no es una ciudad, sino una región.
[2] Después de enumerar las tropas persas propiamente cita el Coro las de otros países vinculados al imperio persa.
[3] Monte de Lidia, al Sir de Sardes, la capital.
[4] Hele, hija de Atamante, rey de Tebas, se ahogó al cruzar el estrecho de los Dardanelos, cuando a lomos del carnero del vellocino de oro huía de su madrasta Ino. Esa parte del mar recibió el nombre de Helesponto.
[5] Cf. Herodoto Historia ...VII 36.
[6] Alusión al mito de Perseo, epónimo de Persia, que nació de Danae fecundada por Zeus en forma de lluvia de oro.
[7] Los griegos.
[8] Sinécdoque: un ejército que se sirve del arco para lograr el triunfo.
[9] Deidad que personifica el error. Sin que lo adviertan, Ate se posa en la cabeza de los mortales y ciega su mente, induciéndolos a la ruina
[10] Alegórico del puente de barcas que construyeron los persas para trasladar desde Asia al ejército de tierra.
[11] El palacio real.
[12] Se destaca la oposición arqueros (persas) / lanceros (griegos).