(Entra en escena la Reina. Su atuendo es severo y sencillo. Las sirvientas que la acompañan portan ofrendas.)
REI.- Cualquiera que tiene experiencia de males sabe que, entre los mortales,

600

cuando un oleaje de infortunio les sobreviene, todo suele asustarlos; cuando, en cambio, el destino fluye favorable, confían en que siempre ha de soplar el mismo viento de buena suerte. Del mismo modo, a mí, que ya estoy llena de temor en todo, se revela a mis ojos la hostilidad que me envían los dioses y grita  n mis oídos un clamor que no es adecuado para curarme[49]. Tal terror me han causado los infortunios que atemorizan mi corazón. Por eso salí de palacio de nuevo y emprendí este camino sin carro, sin mi antiguo esplendor, llevándole al padre de mi hijo libaciones que nos lo hagan propicio, ofrendas que aplacan a los muertos:

610

la dulce leche blanca de una vaca sin señal de yugo; el licor de la obrera que trabaja en las flores[50]: la muy brillante miel rociada con agua corriente de una fuente virgen; la bebida pura nacida de una madre salvaje: esta alegría[51] de una vid añosa; el fruto oloroso de la verde oliva frondosa, de vida perenne en sus hojas; y flores trenzadas nacidas de la tierra que todos los frutos produce. Ea, amigos míos, sobre estas libaciones que ofrezco a los muertos, entonad himnos y llamad aquí arriba al divino Darío,

620

que yo enviaré estas ofrendas que bebe la tierra en honor de los dioses subterráneos.

[49] La Reina expresa la inquietud que le han producido las últimas palabras del Coro.

[50] Perífrasis: "la abeja".

[51] Metonimia: "el vino".