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Coro.-
Estrofa 1ª
¡Silencio, silencio! ¡Posad suave el paso de la sandalia,

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no hagáis ruido!
Electra.- ¡Retiraros de ahí, por favor, apartaos del lecho!
Coro.- Ya ves, obedezco.
Electra.- ¡Ay, ay! Como un soplo de flauta de tenue caña, háblame, amiga.
Coro.- Mira, doy mi voz en apagado susurro como bajo un techo.
Electra.-
Sí, así. ¡Baja la voz, bájala; avanza lentamente, avanza lentamente! Explícame qué urgencia os hace venir en este momento.

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Hace un rato que él se tumbó y ahora descansa en el lecho.
Antistrofa 1ª
Coro.- ¿Cómo está? Comunícanoslo, querida.
Electra.- ¿Qué suerte diré, o qué desgracia? Aún respira, pero es un breve gemido.
Coro.- ¿Qué dices? ¡Desdichado!
Electra.- Le perderás, si agitas sus párpados, cuando cosecha la gracia dulcísima del sueño.
Coro.-
Atormentado a causa de los odiosos impulsos de la divinidad,

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¡desdichado!
Electra.- ¡Ay, qué penas! Injusto, órdenes injustas entonces voceó y voceó, cuando sobre el trípode de Temis sentenció Loxias la muerte criminal de mi madre.
Estrofa 2ª.
Coro.- ¿Lo ves? Agita su cuerpo entre los mantos.
Electra.- Es que tú, desgraciada, al chillar le has sacado del sueño.
Coro.- Creí que dormía.
Electra.-
¿No irás a agitar tu pie lejos de nosotros

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y de esta casa, acallando el ruido?
Coro.- Está aletargado de sueño.
Electra.- Es cierto.
Coro.-
¡Augusta, augusta noche, que concedes el sueño a los muy fatigados mortales, ven del oscuro abismo, acude alada a la casa de Agamenón! Porque bajo los dolores y la desgracia

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estamos perdidos, perdidos.
Electra.- Estáis haciendo ruido. En silencio, en silencio, conteniendo el vocerío de la boca lejos de este lecho, ¿no nos dejarás la gracia serena del sueño, amiga?
Antistrofa 2ª
Coro.- Di, ¿qué fin aguarda a estas desdichas?
Electra.- Morir, morir. ¿Qué otro? Pues no tiene siquiera deseo de comida.
Coro.- Entonces es evidente su destino.

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Electra.- Febo nos ha sacrificado al encomendarnos el asesinato lastimoso, criminal, de una madre parricida.
Coro.- Acción justa quizá, pero impía.
Electra.-
Mataste, has muerto. ¡Oh madre que me diste a luz! Has aniquilado al padre y a los hijos de tu propia sangre. Pereceremos, iguales a cadáveres, pereceremos.

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Porque —(dirigiéndose a su hermano)— tú estás ya entre los muertos, y la mayor parte de mi vida se pierde en lamentos y gemidos y sollozos nocturnos. Sin esposo y sin hijos, arrastro mi vida, amargada siempre.
Coro.- ¡Mira, acércate a su lado, Electra, no sea que haya muerto tu hermano sin advertirlo tú! Pues no me gusta su excesivo desmayo.