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(Sale sostenido por Pílades.)
Coro.-
Estrofa.
La gran prosperidad y el valor que enaltecieron a los Atridas a lo largo de Grecia y junto a las corrientes del Simunte de nuevo declinaron de su fortuna,

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a causa de la antigua desdicha, la de antaño, del palacio, cuando la disputa por el áureo carnero incitó a los Tantálidas a tristísimos festines y degüellos de hijos legítimos  Desde entonces el asesinato no cesa de responder al asesinato en una cadena de sangre sobre los dos Atridas.
Antistrofa.
¡Lo noble es innoble!  ¡Desgarrar con un arma engendrada en el fuego el cuerpo de los padres

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y mostrar a los rayos del sol la espada ennegrecida por el asesinato! Pero, a la vez, el delito fue una escandalosa impiedad y un desvarío propio de hombres tortuosos. En el terror de la muerte gritó la mísera Tindáride: «¡Hijo, acometes un acto impío al matar a tu madre! ¡No te cubras, por honrar a tu padre, de renombre infame para siempre!»

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Epodo.
¿Qué peste, o qué motivo de lágrimas o de compasión hay mayor sobre la tierra que derramar con puño asesino la sangre materna? Después de cumplir semejante acción está enloquecido por furores de delirio, presa de las Euménides, y revuelve el crimen en el torbellino de sus ojos erráticos el hijo de Agamenón.
¡Ah, desdichado que, viendo asomar el pecho de su madre

 

sobre el manto tejido de oro, ejecutó el sacrificio de ésta, en pago de los sufrimientos de su padre!