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(Sale Electra.) |
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Euménides de negra tez, vosotras que os agitáis por el vasto éter vengadoras del crimen de sangre, vengadoras del asesinato, os suplico, os suplico, permitid que el hijo de Agamenón olvide su rabiosa y frenética locura! ¡Ay, desgraciado, qué angustias te empujan a errar sin sentido, por haber aceptado la profecía que desde el trípode Febo emitió, emitió sobre el suelo |
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donde están, según dicen, las hendiduras del ombligo
de la tierra!
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La divinidad, al zarandearla, la rasga de arriba
abajo como la vela de una nave rápida y la sumerge bajo penas
terribles como bajo las rugientes olas mortíferas de alta mar. ¿Pues
a qué otra familia he de venerar antes que a la surgida de un
matrimonio que desciende de dioses, la de Tántalo? |
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¡Oh tú que condujiste una armada de mil naves contra
la tierra de Asia, salve! Vienes acompañado por la fortuna, ya que
has logrado de los dioses lo que pedías. |