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(Aparece en escena Jasón, acompañado de la nodriza.) |
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pues muchas veces nos hemos dado pruebas recíprocas de cariño. Yo he reflexionado conmigo misma y me he dirigido los siguientes reproches: ¡insensata!, ¿a qué esta locura y- hostilidad contra los que han meditado bien? ¿Por qué ser enemiga de los soberanos de esta tierra y de mi esposo, que hace lo más útil para nosotros, tomando por esposa a una princesa y pretendiendo engendrar hermanos para mis hijos? ¿No voy a renunciar a mi cólera? ¿Qué es lo que me sucede, si los dioses disponen todo tan bien? ¿Es que no tengo hijos? ¿Ignoro que |
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estamos condenados al destierro y sin amigos? Al meditar esto, me di cuenta de la gran imprudencia que cometía y de la inutilidad de mi cólera. Ahora te elogio y me parece que has actuado con sensatez, proporcionándonos esta alianza, mientras que yo he sido insensata, pues debería haber participado en tus planes y haberte prestado ayuda en su realización, haber asistido a tu boda y sentir alegría en ocuparme de tu esposa. Pero somos lo que somos, no diré una calamidad, sencillamente mujeres. No deberías haberte puesto a mi altura en los reproches, |
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ni oponer niñerías a mis niñerías. Me doy por vencida y reconozco que entonces fui insensata, pero ahora he tomado una decisión mejor. (Dirige su voz hacia la casa y llama a sus hijos.) ¡Hijos, hijos, aquí, abandonad la casa! (Los niños aparecen acompañados del pedagogo.) ¡Salid, saludad a vuestro padre y dirigidle la palabra en mi presencia, y con vuestra madre abandonad el odio de antes contra los seres queridos! Entre nosotros hay paz y el rencor ha desaparecido. Tomad su mano derecha. (Hablando para sí.) ¡Ay, hijos, cómo vienen a mi mente desgracias ocultas! |
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Hijos míos,
¿viviréis mucho tiempo para tender así vuestros brazos queridos?
¡Desgraciada de mí, cuán pronta estoy al llanto y llena de temor! (Alto.)
Ahora que teminó la disputa con vuestro padre, mis tiernos ojos se
llenan de lágrimas. |
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Pero tu corazón se ha vuelto hacia lo más ventajoso y has comprendido —con el tiempo, bien es verdad— la decisión mejor. Así actúa una mujer sensata. (A sus hijos.) Y a vosotros, hijos míos, con sumo cuidado, vuestro padre os ha procurado la salvación con ayuda de los dioses. Y creo que un día estaréis entre los primeros de esta tierra corintia con vuestros hermanos. Creced, pues, que el resto lo llevará a cabo vuestro padre y quien de los dioses os sea propicio. ¡Que pueda veros bien criados y, en la flor de vuestra juventud, |
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superiores a mis
enemigos! (A Medea que gime.) Y tú, ¿por qué cubres tus
pupilas de abundantes lágrimas y vuelves tu blanca mejilla? ¿Por qué
no recibes mis palabras alegre? |
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me invadió la compasión ante la duda de que eso suceda. Pero volvamos a la cuestión por la cual tú has venido a hablar conmigo. Unas cosas ya están dichas, pero voy a exponerte las que quedan. Puesto que parece bien al rey que me aleje de esta tierra —y sé bien que esto es lo más provechoso para mí, que mi vida aquí no sea un estorbo ni para ti ni para los soberanos, pues les parezco funesta para la casa—, me iré desterrada de esta tierra, pero a los niños, a fin de que sean educados por tu mano, pide a Creonte que no los destierre. |
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JAS.- No sé si
podré persuadirlo, pero debo intentarlo. |
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uno de los
criados traiga aquí los adornos! (A Jasón.) Ella será feliz
no una vez, sino mil veces, por haber hallado en ti al mejor hombre
que pudiera compartir su lecho y por poseer unos adornos que, una
vez, el Sol, padre de mi padre, concedió a sus descendientes. Tomad
estos regalos de boda, hijos, en vuestras manos, entregádselos como
presente a la princesa, esposa feliz. No son dones despreciables los
que va a recibir[59]. |
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¿Crees que en
oro? Consérvalos, no los regales. Si mi esposa me estima en algo, me
preferirá a las riquezas, bien lo sé. |
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pedidle que no os envíe al destierro, ofreciéndole los regalos, pues lo más importante de todo es que ella reciba estos dones en sus manos. Id lo más rápido posible y traed a vuestra madre la buena noticia de que ha salido bien lo que ella desea conseguir. |
[59] Adviértase la cruel ironía en las palabras de Medea.
[60] Proverbio muy popular entre los griegos, que aparece también en PLATÓN, República III 390 e, y Alcibíades II 149 e.