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(Aparece en escena Jasón)
JASÓN.- No he visto hoy por primera vez, sino también en otras muchas ocasiones, cuán irremediable mal es la acerba cólera. Pues, aunque tenias la posibilidad de habitar esta tierra y esta casa, soportando fácilmente las decisiones de los poderosos, por tus palabras insensatas serás desterrada de este país.

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A mí no me importa, puedes continuar diciendo que Jasón es el peor de los hombres, pero, después de las amenazas que has lanzado contra los soberanos, considera una ganancia total el ser castigada con el destierro. Yo me esforzaba, una y otra vez, por calmar la cólera de los irritados soberanos y quería que permanecieras aquí, pero tú no desistías en tu locura, injuriando siempre a los reyes y, por ello, serás expulsada del país. Sin embargo, a pesar de lo que ha ocurrido, sin renegar de mis íntimos, vengo aquí a ocuparme de tu suerte,

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a fin de que no seas expulsada con tus hijos sin recursos y no carezcas de nada: el destierro arrastra consigo muchos males; a pesar del Odio que me tienes, no podría nunca quererte mal.
MED.- ¡Oh colmo de maldades!, no encuentro en mi lengua mayor insulto para tu cobardía. ¿ Vienes ante nosotros, vienes como nuestro peor enemigo [para los dioses, para mí y para todo el género humano?]. No, ni arrojo ni audacia es mirar de frente a los amigos después de haberles hecho un mal,   

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sino el mayor de los vicios que el hombre puede albergar: la desvergüenza. Pero has hecho bien en venir. Yo aliviaré mi alma con mis injurias y tú, al oírme, padecerás. Comenzaré a hablar desde el principio. Yo te salvé, como saben cuantos griegos se embarcaron contigo en la nave Argo, cuando fuiste enviado para uncir al yugo a los toros que respiraban fuego y a sembrar el campo mortal; y a la serpiente que guardaba el vellocino de oro,

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cubriéndolo con los múltiples repliegues de sus anillos, siempre insomne, la maté e hice surgir para ti una luz salvadora[36] . Y yo, después de traicionar a mi padre y a mi casa, vine [en tu compañía] a Yolco, en la Peliótide[37], con más ardor que prudencia. Y maté a Pelias con la muerte más dolorosa de todas, a manos de sus hijas, y aparté de ti todo temor. Y a cambio de estos favores, ¡oh el más malvado de los hombres!, nos has traicionado y has tomado un nuevo lecho, a pesar de tener hijos. Si no los hubieras tenido,

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se te habría perdonado enamorarte de ese lecho. Se ha desvanecido la confianza en los juramentos y no puedo saber si crees que los dioses de antes ya no reinan, o si piensas que ahora hay leyes nuevas entre los hombres, porque eres consciente, qué duda cabe, de que no has respetado los juramentos que me hiciste. ¡Ay, mano derecha que tantas veces tomabas y rodillas mías, cuán en vano hemos recibido las caricias de un honbre malvado, qué decepción en nuestras esperanzas! Ea, me voy a dirigir a ti como a un amigo. ¿Creyendo que voy a recibir de ti algún beneficio?

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No, antes bien mis preguntas te harán aparecer más infame. ¿Adónde voy a dirigirme ahora? ¿A la morada paterna, a la que traicioné, y a mi patria, por seguirte? ¿A la casa de las desgraciadas hijas de Pelias? ¡Bien me iban a recibir en su casa, después de haber matado a su padre! Así están las cosas: para los seres queridos de mi casa soy odiosa; y a los que no debería haber hecho daño, por causarte complacencia los tengo como enemigos. Claro que, en compensación, me has hecho feliz a los ojos de la mayoría de las griegas. En ti tengo un esposo admirable

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y fiel, ¡desdichada de mí!, si soy desterrada y expulsada de esta tierra, privada de amigos, completamente sola con mis hijos. ¡ Bonito reproche para el recién casado el que sus hijos anden errantes como mendigos y también la que le ha salvado![38]. ¡Oh Zeus! ¿Por qué concediste medios claros a los hombres para distinguir el oro falso y, en cambio, no imprimiste en el cuerpo ninguna huella natural con la que distinguir al hombre malvado?.
CORIFEO.- ¡Terrible es la cólera y difícil de sanar,

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cuando suscita discordia entre seres queridos!
JAS.- Debo, según parece, tener el don natural de la palabra y, como buen timonel de navío, plegar las velas, para escapar, mujer, a tu insensata locuacidad. En lo que a mi se refiere, puesto que exaltas en demasía tus favores, considero que Cipris
[39]  fue, en la travesía, mi única salvadora entre los dioses y los hombres. Tu espíritu es sutil, qué duda cabe, pero te es odioso declarar que Eros te obligó,

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con sus dardos inevitables, a salvar mi persona. Pero en este punto no seré demasiado preciso; comoquiera que haya sido tu ayuda, me parece bien. Es innegable, no obstante, que, por mi salvación, has recibido más de lo que has entregado. Me explicaré: en primer lugar, habitas tierra griega y no extranjera, y conoces la justicia y sabes utilizar las leyes sin dar gusto a la fuerza. Todos los griegos saben que eres sabia y te has ganado buena fama; en cambio, si vivieses en los confines de la tierra,

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no se hablaría de ti. No desearía yo poseer oro en mi palacio ni entonar un canto más  hermoso que el de Orfeo, si no me hubiese tocado en suerte un destino famoso. Basta ya con lo que te he dicho acerca de mis desvelos; es evidente que tú iniciaste esta disputa de palabras. En cuanto a los reproches que me diriges por mi boda con la hija del rey, te demostraré, en primer lugar, que he sido sabio, luego, sensato y, finalmente, un gran amigo para ti y para mis hijos. (Ante el gesto indignado de Medea.) Tranquilízate.

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Cuando yo llegué aquí desde la tierra de Yolco, arrastrando tras de mí innumerables situaciones sin salida, ¿qué hallazgo más feliz habría podido encontrar que casarme con la hija del rey, siendo como era un desterrado? No he aceptado la boda por los motivos que te atormentan ni por odio a tu lecho, herido por el deseo de un nuevo matrimonio, ni por ánimo de entablar competición en la procreación de hijos. Me basta con los que tengo y no tengo nada que reprocharte, sino que, y esto es lo principal, lo hice con la intención de llevar una vida feliz y sin carecer de nada, sabiendo que

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al pobre todos le huyen, incluso sus amigos[40]  y, además, para poder dar a mis hijos una educación digna de mi casa y, al procurar hermanos a los hijos nacidos de ti, colocarlos en situación de igualdad y conseguir mi felicidad con la unión de mi linaje, pues, ¿qué necesidad tienes tú de hijos? Yo tengo interés en que los hijos que han de venir sirvan de ayuda a los que viven. ¿He errado en mi proyecto? No lo podrías decir, si no te atormentaran los celos de tu lecho. Pero las mujeres llegáis al extremo de que, mientras va bien vuestro matrimonio, creéis que lo tenéis todo,

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pero, en el caso de que una desgracia lo alcance, lo más provechoso y lo más bello lo consideráis como lo más hostil. Los hombres deberían engendrar hijos de alguna otra manera y no tendría que existir la raza femenina: así no habría mal alguno para los hombres[41].
CORIFEO.- Jasón, bien has adornado tus palabras, pero me parece, aunque voy a hablar contra tu punto de vista, que has traicionado a tu esposa y no has obrado con justicia.
MED.- (Como hablando consigo misma.) Es evidente que en muchas cosas disiento de la mayoría de los mortales. Para mí, quien es injusto y, al mismo tiempo, de talante habilidoso en el hablar merece

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el mayor castigo[42], pues, ufanándose de adornar la injusticia con su lengua, se atreve a cometer cualquier acción, pero no es excesivamente sabio. (Dirigiéndose a Jasón.) Así también tú ahora no quieras aparecer ante mí como honorable y hábil orador, pues una sola palabra te echará por tierra[43] . Hubiera sido necesario, si realmente no fueras un malvado, que hubieras contraído este matrimonio después de haberme persuadido, pero no a escondidas de los tuyos.
JAS.- ¡Pues sí que hubieras ayudado a mi plan si te hubiera hablado de mi boda, tú que ni siquiera ahora consientes en refrenar la violenta cólera de tu corazón!

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MED.- No era esto lo que te retenía, sino la idea de que un matrimonio con una extranjera te habría de conducir a una vejez sin gloria.
JAS.- Sabe bien esto ahora: no por causa de una mujer me he unido al lecho real que ahora poseo, sino, como ya te dije antes, por querer salvarte a ti y por engendrar hijos reales que fuesen hermanos de nuestros hijos, protección para la casa.
MED.- No deseo una vida feliz, pero dolorosa, ni una prosperidad que desgarre mi corazón.
JAS.- ¿Sabes cómo cambiar tu súplica y mostrarte más sensata?

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¡Que el bien nunca te parezca doloroso, ni en la buena fortuna creas que eres desafortunada!
MED.- Ultrájame, ya que tú tienes un refugio, mientras que yo, abandonada, seré desterrada de esta tierra.
JAS.- Tú misma lo has elegido, no acuses a nadie más.
MED.- ¿Qué delito he cometido? ¿Acaso me he casado y te he traicionado?
JAS.- Has lanzado contra la familia real maldiciones impías.
MED.- También voy a ser una maldición para casa.
JAS.- No pienso discutir más contigo sobre este punto, pero, si quieres recibir

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alguna ayuda de mis riquezas para los niños y tu propio destierro, dilo, pues estoy dispuesto a darte con mano pródiga y a enviar contraseñas[44]  a mis huéspedes, que te acogerán bien. Si no aceptas estas ofertas, estás loca, mujer. Si cesas en tu cólera, obtendrás un mayor beneficio.
MED.- No me valdré de tus huéspedes ni quiero aceptar nada. Quédate con tus regalos, pues los dones un malvado no causan provecho.
JAS.- Sin embargo, pongo a los dioses por testigo de que deseo ayudarte en todo a ti y a tus hijos.

 

Si a ti no te agradan los bienes, sino que, en tu arrogancia, rechazas a tus amigos; no conseguirás sino sufrir más.
MED.- Vete. Es natural que se apodere de ti el deseo de la nueva esposa, estando tanto tiempo su
casa fuera del alcance de tu vista. Continúa tu luna de miel; quizá, así me lo predice la divinidad, tu boda ha de ser tal que algún día renegarás de ella.

[31] Seguramente, el poeta está pensando en Homero, Hesíodo, Simónides, Arquiloco, Hiponacte, que emitieron juicios muy desfavorables sobre las mujeres, pero los críticos se inclinan a pensar que Eurípides alude a las mujeres de su época.

[32] Nueva alusión a las rocas Simplégades.

[33] El término chárís =  ‘encanto’ con PAGE. Otros autores lo traducen por ‘respeto’, ‘santidad’.

[34] El escoliasta señala el posible recuerdo de Hesíodo, Trabajos 157 y sigs.

[35] Otra metáfora marinera para insistir en la idea del refugio que procura una casa paterna, similar al que ofrece un puerto.

[36] Este pasaje alude a acontecimientos de la expedición de los Argonautas, concretamente a la condición que puso Eetes, rey de la Cólquide, a Jasón para entregarle el vellocino de oro: poner el yugo a dos toros que despedían fuego por los ollares, y trabajar una tierra sembrando en ella los dientes del dragón de Ares, de Tebas, que Atenea había dado a Eetes. A pesar de que Jasón superó estas pruebas con la ayuda de las artes mágicas de Medea, el rey Eetes no quiso mantener su promesa de entregarle el vellocino, que estaba custodiado por una serpiente. Una vez que Medea consiguió adormecer a la serpiente con sus sortilegios, Jasón se apoderó del vellocino y huyó en la nave Argo, a pesar de que Eetes intentase incendiarla.

 

[37] La comarca de Yolco se llama Peliótide, por estar situada en la falda del monte Pelión.

[38] Obsérvese la amarga ironía de todo el pasaje.

[39] Jasón niega el mérito a Medea y se lo atribuye a Cipris o Afrodita, la diosa del amor.

 

[40] En relación con esta idea que refleja el tremendo egoísmo “ Jasón, cf. EURÍPIDES,  fr. 667: los amigos huyen al hombre desugraciado, así como Electra 1131: Nadie desea adquirir amigos pobres.

[41] Éste es uno de los pasajes más significativos que granjearon a Eurípides la fama de misoginia. El número de versos del parlamento de Jasón es idéntico al de los recitados por Medea; paralelismo semejante lo encontramos también en Electra, Heraclidas, Fenicias. Esta circunstancia hace el influjo de la costumbre, vigente en los tribunales de que los oradores empleasen, tanto en la acusación como en la defensa, el mismo tiempo en sus exposiciones, que era medido por una clepsidra o reloj de agua.

[42] Claro ataque de Eurípides contra la Sofística que hace de la oratoria el centro de la educación del hombre.

[43] El escoliasta ve aquí una metáfora tomada del léxico de la lucha.

[44] Estas contraseñas (symbola) eran unas tablillas que partían los huéspedes para sellar su amistad y poder reconocerse el futuro, al quedarse cada uno con una parte.