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PITIA.- En esta plegaria honro primero, entre todos los dioses a Tierra[1], la primera adivina. Tras ella, a Temis[2] que, según se cuenta, fue la segunda en ocupar la sede profética de su madre. Tercera en turno -conforme Temis, nadie la obligó- la estuvo ocupando otra Titánide, hija de Tierra, Febe, que la entregó a Febo como regalo, cuando nació (el nombre de Febo se deriva de Febe). Él dejó el lago[3] y la roca de Delos y, |
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tras arribar lo a las costas de Palas[4], frecuentadas por los navegantes, llegó a este país y a su sede del monte Parnaso. Lo acompañaron con solemne veneración los hijos de Hefesto, que construyeron el camino[5] y cultivaron una tierra hasta entonces inculta. Cuando hubo llegado, le tributaron pomposos honores el pueblo y Delfos[6], el soberano que pilotaba este país, en tanto Zeus, tras haberlo dotado con mente inspirada por el arte profético, lo sentó en este trono como adivino que lo ocupaba en cuarto lugar, y Loxias es el profeta de Zeus, su padre. |
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A estos dioses invoco en el comienzo de mi plegaria. También ocupa un lugar honroso en mi relato la diosa Atenea, cuyo templo se alza delante del templo de Apolo. Y venero a las ninfas[7] donde la cóncava roca Coricide[8], grata a las aves, es un refugio para las deidades. Ocupa el paraje Bromio[9] -no lo olvido -desde que este dios marchó en guerrera expedición, acompañado de las bacantes, y tramó la muerte de Penteo, como si éste fuera una liebre. Invoco a las fuentes del Plisto, al poder del dios Posidón y al altisimo Zeus, que da fin a todo, y, como adivina, tomo luego asiento en mi trono. |
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¡Ojalá que los
dioses me concedan conseguir oráculos mucho más halagüeños que en mis
anteriores entradas al santuario!
Si hay aquí algunos griegos, que
entren, según es costumbre, cuando hayan obtenido su turno, que yo
profetizo conforme el dios me va guiando. |
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cuando veo sobre el ombligo[10] a un hombre odiado por los dioses. Está sentado como suplicante. Gotean sangre sus manos. Lleva una espada recién sacada de la herida y levanta un ramo de olivo, con reverencia coronado de cintas, con un vellón resplandeciente de blancura, pues asi lo diré claramente. Delante de este hombre, duerme un extraño grupo de mujeres que ocupan los asientos. No quiero decir mujeres, sino Gorgonas, pero ni a Gorgonas puedo compararlas por sus aspectos <ni siquiera con las Harpias[11], que, dotadas de alas, |
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ya vi una vez pintadas, arrebatando la comida a Fineo[12]. Pero éstas se ve que carecen de alas, son de color negro y en todo repugnantes: roncan con resoplidos repelentes y de sus ojos segregan humores odiosos. El orden justo exige que no se acerquen a estatuas de dioses ni a moradas de seres humanos. No conozco la raza de esta gente ni qué tierra presume de haberla criado sin sufrir daño alguno ni llorar su esfuerzo después. |
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Lo que ocurra a
partir de ahora es ya cosa de Loxias, el muy poderoso señor de este
templo, pues es adivino que cura, conocedor del porvenir y purificador
de las cosas ajenas. |
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con quienes no se junta ningún dios ni hombre ni bestia. A consecuencia del mal nacieron[13], por lo que habitan en las horrendas tinieblas del Tártaro[14], bajo la tierra, como seres odiosos para los hombres y los dioses olímpicos. No obstante, huye, pero no llegues a acobardarte, pues van a perseguirte por toda la dilatada tierra firme, cuando a zancadas recorras sin cesar el suelo que pisan las gentes errantes; y lo mismo, más allá del mar y por las ciudades que bañan las olas. No te canses pronto de alimentarte con este cruel sufrimiento. Y, cuando hayas llegado a la ciudad de Palas, |
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siéntate abrazando
a la antigua estatua, que allí dispondremos de jueces para esta
acusación y discursos persuasivos, con lo que hallaremos medios de que
te libren por completo de estos sufrimientos, ya que fui yo quien te
convenció de que mataras a tu madre. |
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Hermes, guárdalo.
Haz honor a tu nombre y sé para él un guía perfecto y un buen pastor
para este suplicante mío, porque Zeus honra el respeto que inspiran los
que están fuera de la ley, cuando, acompañados de buena fortuna, lo
alcanzan entre los mortales. |
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ninguna deidad se irrita en mi favor, aunque fui degollada por manos matricidas. Mira estas heridas con tu corazón, que una mente dormida tiene en sus ojos claridad, mientras que de día es destino de los mortales el no poder ver de antemano. Mucho habéis ya lamido de mis manos: libaciones sin vino-ofrendas apaciguadoras que no embriagaban-y festines ofrecidos de noche sobre el altar del fuego, a una hora no compartida con ningún dios. Todo eso lo veo ahora pisoteado, |
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mientras él se ha
escapado y se aleja como un cervatillo. Con ligereza saltó de entre las
redes y se ha mofado magníficamente de vosotras. Atendedme, que acabo de
hablaros de mi vida. Recobrad el sentido, oh deidades de bajo la tierra,
que yo, Clitemestra, mediante un ensueño os estoy invocando. |
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S.
DE CLIT.- Estás demasiado adormilada y no
sientes piedad de mi sufrimiento. Y mientras, Orestes, el asesino de su
madre, se escapa. |
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S.
DE CLIT.- En sueños persigues a la fiera y
gritas como un perro sin abandonar nunca tu preocupación por la sangre
vertida. ¿Qué estás haciendo? ¡Levántate ya! ¡Que no te venga la fatiga!
¡Que no te ablande el sueño hasta el punto que olvides mi dolor! ¡Sufre
en tu corazón con mis justos reproches! Para gente sensata, eso es como
aguijones. ¡Expele contra él tu hálito sangriento! ¡Extenúalo con tu
resuello, con el fuego de tus entrañas! ¡Sigue tras él, agótalo
continuamente siempre con nuevas persecuciones! |
[1] Diosa Gea, nacida de Caos.
[2] Hija de Urano y Gea. Diosa de la ley eterna.
[3] Laguna de la isla de Delos, donde Leto dio a Luz a Apolo.
[4] De Palas Atenea, es decir, a Atica.
[5] De Atenas a Delfos
[6] Delfos es el héroe epónimo, la localidad donde se asentaba el templo.
[7] Divinidades secundarias, doncellas que habitan en los campos, los bosques y las aguas.
[8] Gruta en el monte Parnaso.
[9] Dionisio.
[10] En el templo de Apolo en Delfos, en el lugar donde se consideraba el centro de la tierra, una piedra de mármol simbolizaba el ombligo del mundo. En esa piedar se situaba la pitia.
[11] Genios en forma de mujer alada o de aves con cabeza de mujer. Raptan a los niños y a las almas.
[12] Fineo, rey de Tracia, cambió la visión por una larga vida. Helios lo castigó a que las Harpías le arrebataran los alimentos que fuera a tomar o se los manchases con sus excrementos.
[13] Las Erinis nacieron de las gotas de sangre que cayeron a tierra de los testículos de Urano, cuando fue mutilado por Cronos.
[14] El Tártaro es la región subterránea más profunda, Hay la misma distancia del cielo a la tierra que del Hades al Tártaro