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de que no vas a ir a tu ruina, abandonado, sin llegar a saber dónde está la alegría del alma, exangüe, por haber sido pasto para estas diosas, en fin, un espectro. (Orestes escupe con desprecio.) ¿No me contestas, sino que escupes con desprecio cuando te hablo, a pesar de haber sido criado y consagrado a mí como víctima? ¡En vivo me vas a ofrecer el festín, sin ser degollado junto al altar! ¡Ahora vas a escuchar la canción, a cuyo compás voy a atarte!
(Las Erinis danzan en torno a Orestes, que sigue abrazado a la estatua, y van estrechando el espacio entre ellas y el que las separa de Orestes.)
CORO.-
Ea, estrechemos el coro, puesto que ya hemos decidido manifestar nuestra musa terrible y contar cómo nuestro grupo distribuye el destino que corresponde a cada ser humano.

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Creemos que con rectitud administramos la justicia. Contra el que nos presenta las manos limpias, nunca nuestra cólera se precipita, y pasa sin daño toda su vida. Pero, cuando alguno, como este varón, tras haber cometido un delito, oculta sus manos manchadas de sangre, como firmes testigos de los que a sus manos murieron, aparecemos ante su vista y nos ponemos a su lado para hacerle pagar hasta el fin la sangre vertida.

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Estrofa. 1ª
¡Oh Noche, madre mía, madre que me engendraste para que fuera castigo de los que ya no ven la luz y de los que la ven[18], escúchame!: ¡el hijo de Leto me roba mis prerrogativas, al intentar quitarme esta liebre, víctima válida para expiar el asesinato de su propia madre!
Estribillo. 1°
Y, sobre el que ha sido sacrificado, se eleva esta canción enloquecedora que arrastra a un extravío destructor del juicio,

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el himno de las Erinis que encadena al alma, himno al que no acompaña la lira, canto que deja marchitos a los mortales.
Antistrofa. 1ª
Ésta es la misión que, como destino, me hiló la inflexible Moira, para que dure siempre: acompañar a aquellos malvados mortales que incurran en asesinato de parientes, hasta que vayan bajo la tierra. Cualquiera de ellos, incluso después de haber muerto, no está libre del todo.

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Estribillo. 1°
Y, como ya está sacrificado, se eleva por él nuestra canción enloquecedora que arrastra a un extravío destructor del juicio, el himno de las Erinis que encadena al alma, himno al que no acompaña la lira, canto que deja marchitos a los mortales.
Estrofa. 2ª
Este destino fue decidido para nosotras en el momento de nacer; y que de él se apartaran las manos de los inmortales. Ninguno de ellos

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es compañero que con nosotras comparta el festín, mientras que yo fui constituida de modo que ni me corresponde ni participo en el uso de vestiduras totalmente blancas.
Estribillo. 2°
Porque yo me encargué de la destrucción de las casas: cuando un Ares[19] llega a existir en el seno de la familia y mata a un pariente, contra él -¡ah!- vamos en persecución y, por vigoroso que sea, lo aniquilamos, como responsable de la sangre reciente.
Antístrofa. 2ª
Nos empeñamos en apartar a cualquier otro de ese cuidado

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y ejecutamos, fieles a las plegarias que se nos hacen[20], lo que no es misión de los dioses, para no llegar a un proceso, puesto que Zeus consideró indigna de su audiencia a esta odiosa ralea que gotea sangre.
Estrofa 3ª
Y las glorias humanas, incluso las muy augustas bajo los cielos, sin honor languidecen bajo tierra, derretidas por los ataques de nuestros vestidos negros,

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por la vengativa danza de nuestro pie.
Estribillo. 3°
Porque, luego que he dado un gran salto, desde lo alto descargo con todo su peso la planta de mi pie, y eso hace que le fallen las piernas <incluso> al mejor corredor: un infortunio insoportable.
Antístrofa 3ª
Y, al caer, no lo sabe, bajo el influjo de su demente ruina, que tal oscuridad hace volar sobre ese hombre su mancha, y sombría tiniebla cae sobre su casa, dice el rumor que se extiende entre muchos lamentos.

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Estrofa 4ª
Pues somos las únicas en tener abundantes medios de actuación y les damos fin, y jamás olvidamos. Somos augustas e inflexibles con los mortales, pero se nos rechaza por nuestro oficio deshonroso, que nos aparta de los dioses en un fangal en que no existe el sol, lugar rocoso infranqueable para quienes están viendo la luz e, igualmente, para los muertos.
Antístrofa.4ª
¿
Qué mortal hay que no venere y tema esto,

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al oírme la ley que el destino fijó y dieron los dioses como algo inexorable que se cumple? Antigua es mi prerrogativa, y no estoy yo falta de honores, aunque tenga mi puesto bajo la tierra y en las tinieblas que no alumbra el sol.

[18] Los muertos y los vivos.

[19] Antonomasia: un hombre airado.

[20] Por parte de los asesinados.