(Entran en escena Atenea, seguida de un heraldo y de un nutrido grupo de ciudadanos. El heraldo, mediante gestos y toques de trompeta, señalará, en su momento, los puestos al reo -Orestes-, a la acusación -las Erinis- y los jueces -el pueblo-.)
ATE.- Ejerce tus funciones, heraldo, y contén a la gente, que enseguida la penetrante trompeta tirrénica, llena del aliento mortal, haga oír al pueblo su agudísima voz, pues, mientras se constituye este tribunal,

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el guardar silencio es una ayuda para que aprendan mis instrucciones, tanto la ciudad -que debe aprenderlas para siempre jamás-como ambas partes, a fin de que se dicte sentencia con rectitud.
(Se presenta Apolo.)
CORIFEO- Soberano Apolo, ejerce tu poder en lo que tienes dominio personal, pero ¿qué parte tienes tú en este asunto?
APO.- He venido a prestar testimonio, pues, con arreglo a la ley, es este hombre suplicante mío y se ha acogido al hogar de mi templo. Yo lo purifiqué del asesinato que cometió, y aquí he venido, para actuar personalmente como defensor. Tengo la culpa del asesinato de la madre de éste.

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(A Atenea.) Así que abre el juicio <y> resuelve conforme a tu sabiduría.
ATE.- Empiezo el juicio. (Al Coro.) Tenéis la palabra, porque, al hablar el primero, al comienzo, el acusador, puede informar cumplidamente sobre los hechos.
CORIFEO.- Aunque somos muchas, hablaremos con brevedad. (A Orestes.) Contéstame palabra por palabra, cuando te corresponda. Dime, en primer lugar, si mataste a tu madre.
ORE.- La maté. No es posible negarlo.
CORIFEO.- Éste es ya uno de los tres asaltos
[27].
ORE.- Esa jactancia tuya la dices a quien no yace en el suelo.

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CORIFEO.- De todas formas debes decir de qué manera la mataste.
ORE.- Contesto: saqué la espada y por mi propia mano le corté el cuello
[28].
CORIFEO.- ¿Quién te convenció para que lo hicieras? ¿Quién te aconsejó?
ORE.- (Señalando hacia Apolo.) Los oráculos de      éste. Él es mi testigo.
CORIFEO.- ¿El adivino te aconsejó el matricidio?
ORE.- Sí, y hasta ahora no deploro mi suerte.
CORIFEO.- Quizás te expreses de otra manera, si te condenan.
ORE.- Estoy tranquilo. Mi padre me envía socorros desde su tumba.
CORIFEO.- ¡Fíate de los muertos, después de haber matado a tu madre
[29]!.
ORE.- Ella tenía sobre sí dos manchas.

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CORIFEO.- ¿Cómo es eso? Explícalo a los jueces de esta causa.
ORE.- Al matar a su esposo, en él mató a mi padre.
CORIFEO.- ¿Y qué? Tú sigues con vida, en tanto que ella quedó libre de mancha con la muerte.
ORE.- ¿Por qué, entonces, cuando estaba viva, no la obligaste a ir al destierro?
CORIFEO.- Porque no era de su misma sangre el hombre que mató.
ORE.- ¿Y soy yo de la misma sangre que mi madre?
CORIFEO.- ¿Pues con qué otra cosa te nutrió, asesino, cuando estabas dentro de sus entrañas? ¿Reniegas de lo que es más querido: la sangre de un madre?
ORE.- Da ya tu testimonio, Apolo, explícame si yo la maté con justicia;

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porque no niego que lo hice, pues que es así; pero, si a juicio tuyo, te parece que obré justamente o con injusticia, al verter esta sangre, decídelo, para que así lo declare a los jueces.
APO.- Hablaré para vosotros, este alto tribunal que Atenea ha instituido: la mató justamente. Yo soy un adivino y no voy a mentir. Jamás en mi trono profético hablé sobre un hombre, mujer o ciudad nada que no me ordenara Zeus, el padre de los dioses olímpicos. (A la Corifeo.) Entérate de qué inmensa fuerza contiene esa acción en cuanto a justicia. (A los jueces.) Os aclaro con ello que se ajustó a la voluntad de mi padre.

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Sí, un juramento no tiene un vigor mayor que el de Zeus.
CORIFEO.- ¿Te ordenó Zeus -según dices tú- que anunciaras este oráculo a Orestes: que vengara la muerte de su padre, sin conceder a su madre honor ninguno?
APO.- Sí, porque no es lo mismo que muera un varón noble, a quien se respeta por el cetro que Zeus le entregó, y además a manos de su esposa, pero que no se sirvió, para hacerlo con valentía, de un arco que desde lejos dispara sus flechas, como el de una Amazona, sino como vais a escuchar, Palas y cuantos ahí estáis sentados, para decidir con vuestro voto en este proceso.

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A regresar de la campaña donde, en su mayor parte, había conseguido un resultado bastante bueno, lo recibió con palabras de amor <...>; en torno a la bañera y sobre el borde había puesto un velo, como una tienda; y luego que lo hubo inmovilizado mediante aquel vestido hecho con trampa e inextricable, asestó a su marido varios golpes mortales. Ésa fue la muerte -acabo de decirla- de un varón venerado por todos y que era el jefe de la escuadra. Por otra parte, así era la mujer de la que he hablado, para que se exaspere ese pueblo al que se ha encomendado dictar sentencia en este proceso.
CORIFEO.- Zeus -según tus palabras- concede mayor importancia

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a la muerte de un padre, pero él bien que ató al suyo, al anciano Crono. ¿Cómo no va a haber contradicción entre esto y lo que tú dices? (A los jueces.) Yo soy testigo de que vosotros lo estáis oyendo.
APO.- ¡Oh monstruos que todos aborrecen y sois objeto de odio de los dioses!, las cadenas podían soltarse, para eso hay remedio e infinidad de recursos liberadores. Pero, cuando el polvo absorbe la sangre de un varón que ha muerto de una vez para siempre, ya no hay posible resurrección. Para eso no ha fabricado hechizos mi padre, a pesar de que todo lo demás, arriba y abajo,

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lo dispone y trastrueca con su poder, sin que se altere siquiera su respiración.
CORIFEO.- Pues mira de qué modo lo defiendes, para lograr su absolución. ¿Va a habitar en Argos la casa de su padre, después de haber derramado en el suelo la sangre familiar, la de su madre? ¿Qué altares públicos va a utilizar? ¿Qué parentela va a recibirlo en sus aguas lustrales?
APO.- También a esto voy a contestar, y entérate de que tengo razón. No es la que llaman madre la que engendra al hijo, sino que es sólo la nodriza del embrión recién sembrado. Engendra el que fecunda, mientras que ella

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sólo conserva el brote -sin que por ello dejen de ser extraños entre sí-, con tal de que no se lo malogre una deidad. Voy a darte una prueba de este aserto. Puede haber padre sin que haya madre. Cerca hay un ejemplo: la hija de Zeus Olímpico[30]. No se crió en las tinieblas de un vientre, pero es un retoño cual ninguna diosa podría parir. Así que, Palas, en lo demás, según yo sé <...>, voy a hacer grande a tu ciudad y a tu pueblo. Además, envié a éste al hogar de tu templo, para que sea un fiel tuyo en todo tiempo

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y que en él, diosa, ganes un aliado y en sus sucesores, y que tal amistad permanezca siempre, de modo que sus descendientes acepten con gusto estas garantías de fidelidad[31].
ATE.- Ordeno que éstos emitan un voto justo, de acuerdo con su parecer, porque ya se ha hablado bastante.
APO.- Nosotros ya hemos disparado todas las flechas. Espero escuchar cómo será sentenciada esta causa.
ATE.- (Al Coro.) ¿Y qué hay de vosotras? ¿Cómo debo actuar para ser, a vuestro juicio, irreprochable?
CORIFEO.- (A los jueces.) Extranjeros, oísteis lo que oísteis. Así que, al emitir el voto, respetad de corazón el juramento que habéis prestado.

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ATE.- Escuchad ya mi ley, pueblo del Ática, en el momento de dictar sentencia en el primer proceso por sangre vertida. En lo sucesivo y para siempre, el pueblo de Egeo[32] contará con este tribunal para sus jueces: esta colina de Ares, sede y campamento de las Amazonas[33], cuando vinieron en son de guerra por odio a Teseo. Frente a nuestra ciudad levantaron entonces una ciudad nueva y un alto muro frente a nuestras murallas. Aquí ofrendaban sacrificios a Ares, de donde reciben su nombre la roca y colina de Ares[34]. Aquí, el respeto

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de los ciudadanos, y su hermano el miedo, los disuadirá de cometer injusticia, tanto de día como de noche, mientras que los propios ciudadanos no hagan innovaciones en las leyes. Porque, si contaminas el agua clara con turbias corrientes y fango, jamás hallarás qué beber. Aconsejo a los ciudadanos que respeten con reverencia lo que no constituya ni anarquía ni despotismo y que no expulsen de la ciudad del todo el temor, pues, ¿qué mortal es justo si no ha temido a nada? En cambio, si con temor sentís, como es justo, ese respeto,

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en ello tendréis un baluarte que vendrá a ser la salvación del país y de la ciudad, como ningún otro pueblo puede tenerlo, ni entre los escitas, ni en las regiones de Pélope[35]. Establezco este tribunal insobornable, augusto, protector del país y siempre en vela por los que duermen. Me he alargado en esta exhortación a los ciudadanos para el futuro, pero ahora debéis poneros en pie, tomar el voto y dictar sentencia, respetuosos con el juramento. Dicho está todo.
(Los jueces se levantan y van depositando los votos en las urnas, mientras la Corifeo y Apolo discuten.)

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CORIFEO.- Yo os aconsejo que en manera alguna privéis de su honor a esta compañía que podría ser perjudicial para el país.
APO.- Y yo os ordeno que respetéis los oráculos míos -también son de Zeus- y no los dejéis sin efecto.
CORIFEO.- A pesar de que ello no te atañe, estás expresando respeto a delitos de sangre, así que, cuando pronuncies tus oráculos, ya no podrás anunciarlos libres de mancha.
APO.- ¿También mi padre erró al decidir cuando Ixión, por aquél primer asesinato, le suplicó que lo purificara?.
CORIFEO.- Tú eres quien lo dices. Pero, como yo no gane este juicio, mi compañía, en adelante, va a ser gravosa para este país.

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APO.- No cuentas tú para nada entre los dioses, ni entre los nuevos ni entre los antiguos. Venceré yo.
CORIFEO.- Algo así hiciste también en la casa de Feres: convenciste a las Moiras para que hicieran inmortal a un mortal
[36].
APO.- ¿Es que no es justo conceder bienes al que te venera y, sobre todo, al llegar la ocasión en que lo necesita?
CORIFEO.- Tú engañaste con vino a las viejas deidades y te aprovechaste de ello para destruir la antigua distribución de los destinos
[37].
APO.- Y tú, como en el juicio no tendrás éxito, pronto vomitarás ese veneno que ya no hará daño a tus enemigos.

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CORIFEO.- Ya que tú -un joven- a mí -una vieja- me pones a los pies de los caballos, aguardo hasta oír que se dicte sentencia, que aún no estoy segura de que haya de irritarme con esta ciudad.
(Terminan de votar los jueces. A continuación lo hace Atenea.)
ATE.- Ésta es mi misión: dar el veredicto en último lugar. Voy a agregar mi voto a los que haya en favor de Orestes. No tengo madre que me alumbrara y, con todo mi corazón, apruebo siempre lo varonil, excepto el casarme, pues soy por completo de mi padre. Por eso, no voy a dar preferencia a la muerte de una mujer que mató a su esposo, al señor de la casa.

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Vence, por tanto, Orestes, aunque en los votos exista empate. Jueces a quien esta misión os está encomendada, sacad pronto los votos de las urnas.
(Sacan los votos y empiezan a contarlos.)
ORE.- ¡Oh Febo Apolo!, ¿en qué sentido será la sentencia del juicio?
CORIFEO.- ¡Oh negra Noche, madre mía!, ¿estás viendo esto?
ORE.- Ahora es el momento para mí decisivo: o perecer colgado de un lazo o seguir viendo la luz del sol.
CORIFEO.- Y para nosotras, o la ruina o que se nos siga rindiendo honores.
APO.- Contad bien los votos, amigos míos, según van saliendo. Tened bien en cuenta el no ser injustos en el escrutinio.

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Un voto que falte constituye un gran daño, porque un solo voto derriba o levanta una casa.
ATE.- Este hombre ha sido absuelto de delito de sangre, pues es igual el número de votos a favor y en contra.
(Apolo desaparece.)
ORE.- ¡Oh Palas, oh salvadora de mi casa! Cuando yo me encontraba privado de mi patria, tú me la has restituido. Algún griego dirá: “este varón es de nuevo argivo y vive entre las riquezas que fueron de su padre, gracias a Palas, a Loxias y a un tercer Salvador, la deidad de quien todo depende
[38]”.

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Éste fue quien, en atención a la muerte de mi padre, me salvó, al ver que éstas eran las defensoras de mi madre. Ahora yo me iré a mi casa, luego de haber pronunciado un juramento en pro de esta tierra y de tu pueblo, que tendrá vigor a partir de ahora y para siempre: “Jamás un varón que lleve el timón de mi país llegará aquí con fuerzas armadas en son de guerra”. Y, cuando yo esté ya en la tumba, a los transgresores de este juramento les causaré contratiempos irremediables: llevaré el desánimo a sus campañas y, a sus caminos, los malos agüeros,

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para que rectifiquen sus propósitos. En cambio, si el juramento sigue en pie y honran sin interrupción con su alianza para la guerra a la ciudad de Palas, yo tendré para mis ciudadanos las mejores disposiciones. ¡Que lo paséis bien tú y el pueblo que esta ciudad habita! ¡Que tengas, Atenas, una estrategia irresistible con tus enemigos, para que de ellos te libre y te dé la victoria en la guerra!
(Orestes sale de escena.)
CORO.- ¡Ay, dioses demasiado jóvenes! ¡Habéis pataleado la antigua ley y me habéis arrancado de las manos a Orestes! Pero, aunque yo esté privada de honores- ¡desgraciada de mí!-, llena de horrible resentimiento,

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dejaré que mi corazón destile en esta tierra -¡ay!-su veneno, un veneno que compense mi dolor con vuestro dolor, que sea insoportable para el país. De él saldrá una lepra que lo dejará sin hojas y sin hijos[39] -¡Justicia!, ¡Justicia!- y que, al precipitarse sobre el suelo, sembrará en el país pestes destructoras de los seres humanos. ¿Debo llorar? ¿Qué debo yo hacer? ¡Se han reído de mí! ¡He padecido algo insufrible en presencia de los ciudadanos!

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¡Ay de las muy desgraciadas hijas de Noche, víctimas del sufrimiento por la pérdida de su honor!
ATE.- Hacedme caso y no os andéis con esos lamentos en tono profundo. No habéis sido vencidas. Simplemente que en el veredicto de los votos ha habido empate. Esa es la verdad, no que se os haya quitado el honor. Había claros testimonios procedentes de Zeus y el mismo dios que pronunció la profecía fue también el que dio testimonio de que si Orestes hacía eso
[40] no sufriría daño alguno. No arrojéis a esta tierra vosotras vuestro dañino resentimiento,

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ni os irritéis, ni produzcáis esterilidad destilando un goteo de genios maléficos que, como lanzas salvajes, son devoradores de las semillas, porque yo, como es justo, os prometo que tendréis una sede y una gruta en este país que se rige por la justicia, donde ocupando lustrosos tronos junto al hogar al que acuden los suplicantes, seréis honradas por los habitantes de esta ciudad.
CORO.- ¡Ay, dioses demasiado jóvenes! ¡Habéis pataleado la antigua ley y me habéis arrancado de las manos a Orestes! Pero, aunque yo esté privada de honores -¡desgraciada de mí!-, llena de horrible resentimiento,

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dejaré que mi corazón destile en esta tierra -¡ay!- su veneno, un veneno que compense mi dolor con vuestro dolor, que sea insoportable para el país. De él saldrá una lepra que lo dejará sin hojas y sin hijos-¡Justicia!, ¡ Justicia! -y que, al precipitarse sobre el suelo, sembrará en el país pestes destructoras de los seres humanos. ¿Debo llorar? ¿Qué debo yo hacer? ¡Se han reído de mí? ¡He padecido algo insufrible en presencia de los ciudadanos!

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¡Ay de las muy desgraciadas hijas de Noche, víctimas del sufrimiento por la pérdida de su honor!
ATE.- No carecéis de honores. No os dejéis llevar por una irritación demasiado violenta hasta hacer imposible el cultivo en esta tierra de mortales, porque seáis diosas. También lo soy yo y tengo en Zeus mi confianza y -¿tendré que decirlo?- soy también la única entre los dioses que conoce las llaves de la habitación donde bajo sello se guarda el rayo. Pero no necesito de él. Hazme caso y no arrojes contra este país maldiciones de tu mala lengua

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que produzcan la ruina de todo ser que pudiera dar fruto. Calma ya ese negro oleaje de amarga rabia, pues puedes ser acreedora de augustos honores y compañera mía de morada. Cuando tú tengas las primicias de esta vasta tierra, las ofrendas por los nacimientos y los sacrificios rituales con ocasión de los matrimonios, alabarás mis consejos por siempre.
CORO.- ¡Que yo haya sufrido esto! ¡Ay! ¡Que yo, con mi antigua sabiduría, viva en esta tierra, como un ser sin honor y detestable! ¡Ay! ¡Rabia y rencor infinito contiene mi aliento!

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¡Ay! ¡Ay de mí, Tierra! ¡Ay! ¿Qué dolor me traspasa el costado? ¡Oye, madre Noche!: ¡Irresistibles engaños de dioses me han arrebatado, sin consideración, mis antiguos honores!
ATE.- Soportaré tu enfado porque eres más vieja y mucho más sabia por ello que yo. Pero también a mi me ha concedido Zeus el no estar mal de inteligencia.

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Si vosotras os vais a un país en que habite otra gente, echaréis de menos esta tierra -os lo vaticino-, pues, en su constante fluir, va a venir un tiempo lleno de gloria para este pueblo. Tú tendrás una sede honrosa junto a la morada de Erecteo[41] y conseguirás de las procesiones de los varones y las mujeres lo que jamás podrías lograr de otros mortales. Tú, en cambio, no arrojes contra este país piedras de afilar que arrastran consigo la sangre, con daño para las entrañas de la gente joven, cuando se encuentra enloquecida por resoluciones que no causa el vino.

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Tampoco arranques a los gallos sus corazones para implantarlos en mis ciudadanos, ocasionando un Ares interno en la raza pleno de mutua arrogancia[42] ¡Que la guerra sea sólo exterior -nunca es difícil su presencia- y que en ella exista un apasionado amor por la gloria! (No me estoy refiriendo al combate del ave doméstica)  Bienes de esa clase te es posible recibir de mí: hacer beneficios y recibirlos, ser objeto de veneración y participar de esta tierra, la predilecta de los dioses.
CORO.- ¡Que yo haya sufrido esto! ¡Ay!

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¡Que yo, con mi antigua sabiduría, viva en esta tierra, como un ser sin honor y detestable! ¡Ay! ¡Rabia y rencor infinito contiene mi aliento! ¡Ay! ¡Ay de mí, Tierra! ¡Ay! ¿Qué dolor me traspasa el costado? ¡Oye, madre Noche!: ¡Irresistibles engaños de dioses me han arrebatado, sin consideración, mis antiguos honores!

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ATE.- No me cansaré de decirte los bienes que puedes tener, para que nunca digas que tú, una diosa antigua, has sido privada de honores y desterrada de este suelo por una más joven -por mí- y por los mortales que habitan en esta ciudad. Así que, si para ti significa algo la santa majestad de Persuasión, si mi lengua te calma y te hechiza, puedes quedarte aquí. Pero, si no quieres quedarte, no podrás descargar con justicia contra esta ciudad tu cólera o tu rencor o algún daño para su pueblo, porque tú puedes por siempre recibir honores

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con toda justicia, como partícipe de esta tierra.
CORIFEO.- Soberana Atenea, ¿qué sede dices que puedo tener?
ATE.- Una libre de toda clase de dolor y pena. Acéptala.
CORTFEO.- Ya la he aceptado. ¿Qué honores me aguardan?
ATE.- Tan importantes, que no podrá prosperar ninguna casa sin tu ayuda.
CORIFEO.- ¿Y vas a obrar de modo que pueda yo alcanzar tan gran poder?
ATE.- Haré que vayan siempre derechos los asuntos de quien te venere.
CORIFEO.- ¿Y me darás garantía de ello para todo el tiempo futuro?
ATE.- Sí, porque lo que yo no cumplo, lo callo.
CORIFEO.- Tengo la impresión de que vas a hechizarme. Ya estoy deponiendo mi resentimiento.

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ATE.- Si vives en este país, ganarás unos nuevos amigos.
CORIFEO.- ¿Qué me mandas que pida en mi canción en favor del país?
ATE.- Cuanto se desprende de una victoria sin debilidad
[43] : lo que procede de la tierra, del rocío del mar y del cielo; que vientos suaves, bajo un sol radiante, soplen sobre el país; que abundantes frutos de la tierra y de los ganados no dejen, con el paso del tiempo, de dar prosperidad a los ciudadanos, y la salvación de la humana semilla. ¡Y ojalá que con firmeza seas destructora de los impíos!

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Porque yo deseo, cual hortelano para sus plantas, que la raza de estos hombres justos siempre esté libre de aflicción. Esto es lo tuyo, que yo, en los combates famosos de la mortífera guerra, no soportaré que esta ciudad no sea honrada entre los mortales como la que siempre es victoriosa.

[27] En la palestra, el luchador tenía que derribar tres veces al adversario para lograr la victoria.

[28] Por la concisión del relato y lo detallado del mismo se deduce que no fue una acción realizada en un momento de arrebato.

[29] Las maldiciones de Clietmnestra pueden neutralizar las bendiciones de Agamenón.

[30] Atenea es hija de Zeus y Metis. Pero cuando Metis estaba en cinta, se la tragó Zeus, por consejo de Urano y Gea, para evitar que posteriormente Metis diera a luz un varón que le derrocaría. Cuando llegó el momento del parto, Zeus ordenó a Hefesto que le diera un hachazo en la cabeza. Al hacerlo, salió Atenea, completamente armada.

[31] Por segunda vez se alude a la alianza con Argos que cristaliza en 461.

[32] Egeo es el padre del héroe ático Teseo.

[33] Las amazonas invadieron Ática para rescatar a una de ellas (Atiope) raptada por Teseo. Fueron vencidas.

[34] Areópago.

[35] El Peloponeso, que recibe el nombre de Pélope

[36] Admeto, hijo de Feres, fue dispensado de morir el día que le correspondía, si lo sustituía otra persona. Sólo se prestó a ello su esposa Alcestis.

[37] Para conseguir su propósito de librar de la muerte a Admeto, Apolo embriagó a las Moiras.

[38] Zeus.

[39] Esto es, atacará a las plantas y animales.

[40] Esto es, si mataba a su madre.

[41] Héroe ático confundido a veces con Erictonio y relacionado con los orígenes de Atenas.

[42] La guerra civil.

[43] Atenea va a pedir prosperidad para los atenienses basada en una agricultura y ganadería florecientes; pero tal cosa no es posible sin la existencia de la paz con los otros pueblos garantizada por una “victoria sin debilidad”.