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(Aparece Atenea.) |
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para poseerlo entero siempre, cual regalo escogido para los hijos de Teseo[21]. He venido corriendo desde allí con pie infatigable sin alas, haciendo sonar terroríficamente los pliegues de mi égida[22], [tras haber uncido a este carro unos potros en pleno vigor]. Y, al ver a este grupo, nuevo en el país, no siento temor, pero reflejan extrañeza mis ojos. ¿Quiénes sois? Os hablo a todos por igual: a este extranjero abrazado a mi imagen y a vosotras. |
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No os parecéis a
ninguna raza de los seres que andan dispersos por el mundo. Ni os ven
los dioses entre las diosas ni sois parecidos a humanas figuras. Pero
que uno hable mal del vecino, por no merecer él reproche, está lejos de
la justicia y no se ajusta a la ley divina. |
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CORIFEO.- Echamos
de su casa al que mata a un hombre. |
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CORIFEO.- ¿Cómo es
eso? Explícamelo, ya que no eres pobre de sabiduría. |
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como venerable
suplicante en circunstancias parecidas a las de Ixión[25],
contesta a todo esto de modo que pueda entenderlo con facilidad. |
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Tiempo ha que estoy purificado de esas manchas en otras moradas y con las reses y las aguas corrientes. Así que te digo que esa preocupación está ya fuera de lugar. Pero, cómo es mi raza, vas a saberlo rápidamente. Soy un argivo. Conoces perfectamente a mi padre -Agamenón, el jefe de los héroes que fueron por el mar- con cuyo concurso tú hiciste que Troya, la ciudad de Ilio, dejara de ser una ciudad. Murió él de manera deshonrosa, luego de haber regresado a su casa: mi madre, impulsada por su sombrío corazón, lo mató, |
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tras haberlo
enredado con redes arteras que todavía dan testimonio del asesinato
consumado en una bañera. Y, cuando yo regresé -el tiempo anterior lo
había pasado en el exilio-, maté a la que me parió -no voy a negarlo-
dando muerte por muerte en venganza de mi queridísimo padre. Y conmigo
fue Loxias responsable de ello, porque me estuvo anunciando dolores que
como aguijones punzarían mi corazón, si yo no llegaba a ejecutar algo de
esto contra los culpables. Dicta sentencia tú ahora sobre si obré o no
justamente. Cualquier decisión que consiga de ti, la aceptaré en todos
los términos. |
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para que lo juzgue un mortal, tampoco a mí me autoriza la ley divina a resolver en un juicio por homicidio cometido bajo el influjo de cólera intensa. Y, sobre todo, cuando tú has venido bien preparado-como suplicante que ya tuvo purificación y sin peligro de daño para mi templo-y éstas, igualmente, están revestidas de una dignidad no desdeñable y, si no ganan en el asunto, inmediatamente de haber caído a tierra desde el interior de su pecho, se irá extendiendo su veneno, insoportable, eterna peste. Esto es así: Ambas cosas -que se queden o |
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echarlas de aquí- constituyen calamidades contra las que no tengo soluciones yo. Pero, ya que este asunto se ha presentado aquí, para entender en los homicidios, elegiré jueces, que a la vez que sean irreprochables en la estimación de la ciudad, estén vinculados por juramento, y los constituiré en tribunal para siempre[26]. Citad vosotros testigos que aporten las pruebas y, juramentados, vengan en auxilio de la justicia. Cuando yo haya seleccionado a los mejores de mis ciudadanos, vendré con ellos, para que juzguen en este proceso con toda verdad, [sin transgredir su juramento, sin dejarse llevar de pensamientos que no sean justos]. |
[21] Es decir, los atenienses (Teseo era rey de Atenas). Esquilo se hace aquí eco de las pretensiones de Atenas al promontorio de Sigeo, lugar estratégico para proteger la ruta del trigo procedente de los países ribereños del Mar Negro.
[22] La égida es la piel de la cabra Amaltea, la nodriza de Zeus. Atenea la lleva sobre sus hombros, cubriéndole el pecho. Cuando Atenea agita la égida, siembra el terror entre sus enemigos. Zeus usó también la égida en su lucha contra los Titanes.
[23] Los juramentos preceptivos para iniciar un proceso.
[24] Junto al fuego sagrado de la ciudad se recibía a los huéspedes y a los suplicantes oficiales.
[25] Ixión mató a Deyoneo, su suegro. El único dios que se apiadó de él y lo purificó fue Zeus.
[26] El Areópago.