1110

(Asoma a lo lejos el anciano boyero de Layo, entre dos esclavos. Mientras se acerca, va hablando Edipo)
EDI.- Si yo, ancianos, que nunca me traté con él,

1120

puedo conjeturarlo, me parece que estoy viendo al boyero que buscamos hace rato. En lo avanzado de su edad concuerda con el descrito por este hombre (señalando al mensajero); por otra parte, conozco que son mis esclavos los que aquí le conducen. Pero, en conocerle, tú seguramente me aventajas, porque tú has visto ya a este boyero, tiempo hace.
CORI.- Has de saber que sí, le reconozco: era pastor de Layo, fiel como ningún otro.
EDI.- (Al mensajero). Primero he de preguntarte a ti, extranjero corintio, si era éste el hombre al que te referías.
MEN.- Este, sí, justo el que tienes a la vista.

1130

EDI.- (Al pastor, que permanece como ausente, la vista en el suelo, entre los dos esclavos). Este eres tú, anciano; y ahora mírame y responde a lo que te vaya preguntando: ¿tú eras en otro tiempo de la gente de Layo?
CRIADO.- Sí, un esclavo, no comprado sino criado en su casa.
EDI.- ¿Qué trabajo estaba a tu cuidado? ¿De qué vivías?
CRI.- Lo más de mi vida lo pasaba siguiendo a los rebaños.
EDI.- ¿Y qué lugares solías frecuentar, especialmente?
CRI.- Ora en el Citerón, ora en lugares contiguos.
EDI.- (Señalando al mensajero). A éste que está aquí: ¿le trataste nunca?

1140

CRI.- No hasta tal punto que el recuerdo me permita decirlo ahora mismo.
MEN.- No hay nada extraño en ello, señor, pero, aunque no me conozca, yo podré, con evidencias, hacerle memoria, porque estoy seguro de que se acuerda de cuando él con dos tebanos y yo con uno fuimos vecinos en la zona del Citerón, tres veces durante seis meses, desde la primavera hasta mediados de septiembre; y ya en el invierno, yo conduje mi rebaño al establo y él a los de Layo. ¿Hablo o no de cosas que han pasado?

1150

CRI.- Dices verdad, aunque hace ya largo tiempo.
MEN.- Venga, pues, contesta ahora: ¿recuerdas entonces haberme dado un niño para que yo lo criara como si fuese mío?
CRI.- ¿Cómo dices? ¿A qué viene hacer memoria ahora de aquello?
MEN.- (Señalando a Edipo). Aquí está, compañero, aquel que era entonces un niño.
CRI.- (Amenazándole con un bastón). ¡Maldito seas, no podrás callar!
EDI.- No, anciano, no; no le amenaces; tus palabras, más que las suyas, son dignas de amenaza.
CRI.- Oh, tú, el mejor de los señores, ¿cuál es mi falta?
EDI.- No reconocer al niño que él te recuerda.

1160

CRI.- Es que habla sin saber, para afligir por nada.
EDI.- Pues si te lo piden por favor no hablas, con gritos hablarás.
CRI.- No, por los dioses te ruego, no maltrates a un viejo como yo.
EDI.- Rápido, que alguien le ate las manos a la espalda.
CRI.- Infortunado de mí, ¿por qué causa? ¿Qué más quieres saber?
EDI.- Si le diste a él el niño de que habla.
CRI.- Sí, se lo di, y ojalá hubiera muerto aquel día.
EDI.- Llegarás a morir, sí, si no dices lo que debes.
CRI.- Y si hablo, con mucha más razón he de morir.
EDI.- El hombre éste, está claro que quiere darle largas al asunto.

1170

CRI.- No por mí, desde luego; pero ya te dije que sí se lo di.
EDI.- ¿De dónde lo sacaste? ¿Era tuyo o de algún otro?
CRI.- No, mío no era: lo recibí de otro.
EDI.- ¿Había nacido bajo el techo de algún ciudadano de Tebas?
CRI.- No, por los dioses, señor, no indagues más.
EDI.- Eres hombre muerto, si he de preguntártelo de nuevo.
CRI.- Había nacido en la familia de Layo.
EDI.- ¿De un esclavo o de quién, de su familia?
CRI.- ¡Ay de mí, que he llegado al punto más terrible de lo que he de decir!
EDI.- Y yo al de lo que he de oír; con todo, hay que oír.

1180

CRI.- Era hijo de Layo... se decía. Pero ella, tu mujer, la que está dentro, te lo podrá decir mejor que yo, lo que ocurrió.
EDI.- ¿Fue ella la que te lo entregó?
CRI.- Justamente, señor.
EDI.- ¿Y con qué finalidad?
CRI.- Para que lo hiciera desaparecer.
EDI.- ¡Ella, pobre, que lo había dado a luz!
CRI.- Lo hizo angustiada por funestos oráculos.
EDI.- ¿Cuáles?
CRI.- Se decía que él sería la muerte de sus padres.
EDI.- Mas tú, ¿como se lo diste a este anciano?
CRI.- Por lástima, señor, porque pensé que se lo llevaría a otra tierra, por donde él era, y él, sí, se salvó, pero para funestísimas desgracias. En cuanto a ti, si eres el que él dice,

 

has de saber que tú eres el que nació malhadado.
EDI.- ¡Ay, ay! Todo era cierto, y se ha cumplido. ¡Oh luz!, por última vez hoy puedo verte, que hoy se me revela que he nacido de los que no debí, de aquellos cuyo trato debía evitar, asesino de quienes no podía matar.
(Entra en palacio y, con él, sus esclavos y el mensajero. Se va el que fue criado de Layo)