520

por ello nunca mi corazón le imputará un crimen [23].
(Entra en escena Creonte, agitado)
CRE.- Ciudadanos, he sabido que el rey Edipo me ha acusado con terribles, insoportables palabras; por ello estoy aquí, porque si, en la actual desventura, cree que, de palabra o de obra, le he perjudicado yo en su detrimento, entonces no deseo, bajo el peso de un tal descrédito, que sean muchos los años de mi vida. Porque esto que ha sido me perjudica, no en el simple plano de mi vida privada,

530

sino, mayormente, y como malvado aparezco a tus ojos, a los ojos de mis amigos.
CORI.- Ten en cuenta que estos insultos vinieron, seguramente, más bien forzados por la ira que tras sensata reflexión.
CRE.- Pero, ¿él manifestó claramente que el adivino mentía para servir a mis planes?
CORI.- Esto se ha dicho, sí, pero no sé con que fundamento.
CRE.- Pero, ¿miraba recto? ¿Era capaz de pensar derechamente cuando lanzó contra mí esta acusación?
CORI.- No sé: para lo que hacen mis superiores no tengo ojos.

540

Pero mira: el en persona sale del palacio.
(Aparece Edipo en el umbral de palacio)
EDI.- (A Creonte). Tú, dime cómo te has atrevido a volver aquí: ¿con qué rostro, audacísimo, te presentas en mi casa, tú, convicto asesino de este hombre (señalándose a sí mismo), evidente ladrón de mi realeza? Venga, por los dioses, habla: ¿habías visto en mí algún signo de debilidad o de estupidez que motivara esta decisión tuya? ¿Pensabas acaso que, serpeando con astucia, no iba yo a conocer tu propósito, o que, en caso de conocerlo, no iba a defenderlo? ¿No es loca empresa,

550

este tu ir a la caza de la realeza sin el pueblo, sin amigos, cuando es con el pueblo y sus amigos que se consigue?
CRE.- ¿Sabes qué has de hacer? Escucha, como yo te he escuchado a ti, la respuesta que he de dar a tus palabras, y cuando me hayas oído, juzga tú mismo.
EDI.- Tu eres bueno hablando, pero yo soy malo para oírte, porque en ti he descubierto una grave hostilidad hacia mi persona.
CRE.- A propósito de esto, empieza por escuchar lo que tengo que decirte.
EDI.- A propósito de esto, si es para negar tu maldad, ni me hables.
CRE.- Si crees que la arrogancia, sin reflexión, es un bien, no piensas rectamente.

560

EDI.- Si piensas que un hombre que obre mal, por ser mi pariente, no va a tener su castigo, no piensas bien.
CRE.- En eso concuerdo contigo en que has hablado justamente, pero explícame cuál es el mal que de mí dices sufrir.
EDI.- ¿Fuiste tú, o no, el que me convenció de la necesidad de mandar llamar al venerable adivino?
CRE.- Sí, y todavía ahora persevero en esta opinión.
EDI.- ¿Y cuanto tiempo ha pasado ya desde que Layo...
CRE.- Desde que Layo hizo ¿qué? No te entiendo.
EDI.- ...desde que desapareció mortalmente agredido?

570

CRE.- Muchos y largos años pueden contarse, desde entonces.
EDI.- Y, entonces, el adivino ése ¿practicaba ya su arte?
CRE.- Con igual sabiduría y por todos igualmente respetado.
EDI.- ¿Y se refirió a mí en algún modo, durante aquel tiempo?
CRE.- No, en absoluto, al menos en mi presencia.
EDI.- Pero, ¿no hiciste una investigación sobre el asesinato?
CRE.- La hicimos, ¿cómo no?, pero sin obtener respuesta.
EDI.- ¿Cómo, pues, él, tan sabio, no habló entonces?
CRE.- No sé; y sobre lo que no puedo opinar, prefiero guardar silencio.
EDI.- Lo que sabes y podrías decir, con buen conocimiento de causa es lo siguiente...

580

CRE.- ¿Qué? Si lo sé no he de negar mi respuesta.
EDI.- ... por qué razón, de no haber venido ahora tras acordarse contigo, no habló entonces de mi asesinato de Layo.
CRE.- Si él habla de esto, tú sabrás por qué. Pero ahora, justo es que yo te interrogue a ti, como tú has hecho conmigo.
EDI.- Ya puedes preguntar, que no he de ser hallado convicto de asesinato.
CRE.- Pues bien, ¿no estas tú casado con mi hermana?
EDI.- No hay forma de contestar que no a esta pregunta.
CRE.- Y tu reinado sobre este país, ¿lo ejerces en paridad con ella?
EDI.- Ella consigue de mí cuanto le place.

590

CRE.- Y yo, el tercero, ¿no soy considerado igual a vosotros dos?
EDI.- En este justo punto apareces como un mal amigo.
CRE.- Verías que no si me dejaras hablar como yo te he dejado a ti. Primero considera esto: ¿crees tú que alguien iba a preferir el poder con las inquietudes que comporta, a dormir tranquilo pudiendo también gobernar? Yo, por lo menos -y como yo cualquier persona de buen juicio-, no he nacido con el deseo de ser rey, sino con el de poder obrar como un rey. Ahora, de ti y sin inquietudes, obtengo todo lo que quiero;

600

si fuera rey, en cambio, a menudo tendría que actuar contra mi voluntad. ¿Como, pues, puede gustarme más ser rey que tener un mando y una autoridad sin penalidades? Aun no ando tan errado que posponga a otras cosas unos bienes que redundan en mi provecho; ahora puedo saludar a todo el mundo y todos me saludan con amabilidad, ahora todos los que necesitan algo de ti acuden a mí: para ellos, acudiendo a mí todo puede conseguirse. Y bien, ¿cómo voy a dejar yo esto para hacerme con eso otro? No, no puede un mal cerebro razonar con prudencia,

610

y yo, ni soy de la clase de los que pueden enamorarse de una idea así ni me hubiera atrevido, nunca, a aliarme con nadie que obrara de este modo. Y si quieres una prueba de esto, ve a Pito y entérate de si te he transmitido bien el oráculo; y además esto: si descubres que yo he tramado algo en común con el adivino, me condenas a muerte, pero no por un solo voto, sino por dos, el tuyo y el mío; pero, por una simple sospecha, e incierta, además, no me inculpes. Porque ni es justo creer, sin fundamento, que los malos son buenos ni que los buenos son malos,

620

que, en mi opinión, igual es perder un buen amigo que perder el más preciado bien, la propia vida. Con el tiempo aprenderás esto con certeza: que sólo los años enseñan si es justo un hombre, pero que, al malvado, puedes conocerle en no más de un día.
CORI.- Ha hablado bien, señor, si hablaba a quien toma precauciones para no caer: tomar ideas apresuradas no es lo más seguro.
EDI.- Si uno trama en la sombra contra mí, veloz, también yo he de tomar decisiones rápidas, porque, si me quedo quieto y tranquilo,

630

él tal ya lo habrá hecho todo y yo me habré equivocado.
CRE.- ¿Qué quieres, pues? ¿Echarme de esta tierra?
EDI.- No, lo que quiero es tu muerte, y no tu destierro.
CRE.- Cuando pongas en claro la razón de tu odio.
EDI.- ¿No puedes hablar como un súbdito sumiso?
CRE.- Es que no veo que lleves razón.
EDI.- La mía, por lo menos.
CRE.- Pero igual hay que considerar también la mía.
EDI.- Tú naciste malvado.
CRE.- ¿Es que no comprendes nada?
EDI.- Es igual: hay que obedecer.
CRE.- Pero no a un mal gobernante.
EDI.- ¡Oh, ciudad, ciudad de Tebas!
CRE.- También yo tengo mi parte en Tebas; no es sólo tuya.

640

CORI.- ¡Calma, príncipes, calma! Veo que a propósito sale ahora del palacio Yocasta y conviene que ella ponga en su lugar la riña que tenéis entablada.
 (Sale Yocasta de palacio)
YOCASTA.- ¿A qué viene, insensatos, esta absurda querella que vuestras lenguas han suscitado? ¿No os da vergüenza airear aquí, ante esta tierra así apestada, vuestras rencillas privadas? Tú, Edipo, entra en casa, y tú a la tuya, Creonte, no vayáis a hacer un gran dolor de algo tan nimio.
CRE.- Hermana: Edipo, tu esposo, me cree capaz de haber hecho terribles actos, y de dos penas

650

-sacarme de la tierra patria, cogerme para matarme- ya tiene una decidida.
EDI.- Lo confirmo, sí, porque le he descubierto, esposa, atentando contra mi persona con malas artes.
CRE.- ¡Que no reciba ni una alegría mas, que muera yo maldito, si he realizado uno solo de los hechos que tú me imputas!
YOC.- Por los dioses, Edipo, confía en lo que dice, máxime por respeto a su juramento, garantes los dioses, y, después, por respeto a mí y a éstos que están presentes.
Estrofa 1
COR.-
Déjate persuadir de grado y con lucidez, señor, te ruego.

660

EDI.- ¿En qué quieres que ceda?
COR.- Respeta a este hombre que antes no ha hablado como un niño y que ahora, por su juramento, es sagrado.
EDI.-
¿Tú sabes lo que quieres?
COR.- Lo sé.
EDI.- Justifica lo que dices.
COR.- Es tu pariente y con juramentos se ha comprometido: no le hagas un cargo de deshonor basado en una culpa que no se ha expresado con claridad.
EDI.- Sepas bien que con intentar lograr esto buscas mi muerte o mi destierro de Tebas.

670

Estrofa 2
COR.- No, por el dios que de todos los dioses es caudillo, el Sol. Que muera yo del todo abandonado por los dioses y por los amigos, hasta el extremo, si tengo esta idea. Pero, desgraciado de mí, esta tierra que se consume aflige mi ánimo y especialmente cuando veo que a los males que sufre de hace tiempo añadís otros vosotros dos.
EDI.- Que se vaya, pues, aunque haya de costarme hasta la vida o la honra, si con violencia soy arrojado de este país:

680

me conmueven tus razones, que mueven a piedad, y no las suyas, pues a él, donde quiera que esté, yo he de odiarle.
CRE.- Ya se ve, ya, que cedes cargado de odio, pero cuando se apacigüe tu ira ha de pesarte. Las naturalezas como la tuya son, y con razón, dolorosas de soportar hasta para los que las tienen.
EDI.- ¿No me dejarás en paz, yéndote de Tebas?
CRE.- Ahora me voy. Tú me habrás desconocido, pero para éstos (señalando al coro) soy el de siempre.
(Sale Creonte)
Antiestrofa 1
COR.- Yocasta, ¿qué esperas para acompañarme (señalando a Edipo) dentro de palacio?
YOC.-
Cuando sepa qué ha sucedido.

690

COR.- Cosas que parecían, por confusas palabras; pero también la injusticia hiere [24].
YOC.- ¿De ambas partes?
COR.- Sí.
YOC.- ¿Y sobre qué tema?
CORI.- ¡Basta! Me parece a mí, en la tribulación que pasa este país, que ya hay bastante: donde ha cesado la cuestión, que allí se quede.
EDI.- ¿Has visto adónde llegas, tú, hombre de rectas opiniones, transgrediendo mi causa y ablandando mi corazón?

700

Antiestrofa 2
CORI.- Ya te he dicho, señor, y no una sola vez, que sería -has de saberlo- incapaz de razonar, insensato, si abandonara tu causa, porque tú, cuando mi querida tierra se agitaba entre penas, le enderezaste por el camino recto [25]; guíala también ahora por buen camino, si está en tu mano.
YOC.- Por los dioses, explícame, señor, qué razón tiene esta cólera que has levantado.
EDI.- Te lo diré porque a ti te respeto más que a estos ancianos;

710

la razón es Creonte, porque había tramado un complot contra mí.
YOC.- Habla para que por tus palabras sepa si puedes inculparle esta disputa sin lugar a dudas.
EDI.- Que dice que yo soy el asesino de Layo.
YOC.- ¿Lo sabe por él mismo o porque se lo haya dicho algún otro?
EDI.- Para tener en todo libre de culpa su boca me ha enviado al pérfido adivino.
YOC.- Si es por esto que has dicho, presta atención y absuélvete; piensa que este arte de adivinar no es cosa de hombres; en pocas palabras te daré pruebas evidentes:

720

en otro tiempo le llegó a Layo un oráculo, no diré de labios del propio Apolo sino de sus ministros: que su destino sería morir en manos de un hijo suyo, de un hijo que nacería de mí y de él; en cambio, a él le dieron muerte, según se ha dicho, unos salteadores extranjeros en una encrucijada de tres caminos; en cuanto a su hijo, no había pasado tres días de su nacimiento que ya él le había unido los pies por los tobillos [26] y, por mano de otros, a un monte desierto le había arrojado; tampoco entonces cumplió Apolo

730

que el hijo sería el asesino de su padre y Layo no sufrió de su hijo el terrible desmán que temía. Y, con todo, así lo habían prescrito las voces del oráculo; de modo que no debes hacer caso de esto: las cosas cuyo cumplimiento busca un dios, él mismo te las revelará.
EDI.- ¡Qué desconcierto, qué agitación en lo más hondo se acaba de apoderar de mí, después de oírte!
YOC.- ¿En virtud de qué preocupación dices esto? ¿A qué mirar ahora hacia el pasado?
EDI.- Es el caso que me ha parecido oírte decir que Layo halló la muerte en la encrucijada de tres caminos.

740

YOC.- Esto es lo que se difundió y lo que siempre se ha dicho, desde entonces.
EDI.- ¿Y en qué tierra fue que sucedió esto?
YOC.- En la tierra llamada Fócide, en la encrucijada en que se encuentran los caminos que vienen de Delfos y de Daulia.
EDI.- ¿Y cuánto tiempo hace que pasó todo esto?
YOC.- Se pregonó por la ciudad poco antes de reconocerse tu poder sobre este país.
EDI.- ¡Oh, Zeus!, ¿qué tienes pensado hacerme?
YOC.- ¿Por qué te tomas esto tan a pecho, Edipo?
EDI.- Aún no me preguntes, y Layo,

750

dime qué aspecto tenía, cuántos años, entonces.
YOC.- Era alto y en su cabeza comenzaban a aparecer las canas; de figura no era muy distinto a ti 16.
EDI.- ¡Ay de mí, desgraciado! Me parece que las terribles imprecaciones de hace un rato las lancé, sin saberlo, contra mí mismo.
YOC.- ¿Cómo dices? No me atrevo ni a mirarte, señor.
EDI.- Terrible desanimo me entra de pensar que el adivino ve claro. Pero podrás informarme mucho más si me dices, aún, una sola cosa.
YOC.- También yo vacilo, pero pregúntame y si sé te contesto.
EDI.- ¿Cómo viajaba? ¿Como persona insignificante

760

o bien cual corresponde a quien tiene el poder, con abundante séquito de gente armada?
YOC.- En total eran cinco, y entre ellos había un heraldo; llevaban un solo carruaje en el que viajaba Layo.
EDI.- ¡Ay, ay, que esto ya es diáfano! Y dime, mujer, ¿quién fue que vino entonces a narraros esto?
YOC.- Un criado, el único que pudo volver sano y salvo.
EDI.- Y ahora, ¿vive aún en palacio?
YOC.- No, que cuando llegó aquí y, tras la muerte de Layo [27], te vio a ti en el poder, me suplicó, cogiéndome de la mano [28],

770

que lo enviáramos al campo, a pastorear ganado, porque cuanto más lejos estuviera de la ciudad, para no verla, sería mejor. Y yo lo mandé al campo: era un esclavo, pero hombre que se merecía este favor y más que hubiera pedido.
EDI.- ¿Podría hacérsele regresar, y rápido?
YOC.- Sí, es posible, pero ¿adónde lleva esta pesquisa?
EDI.- Es que temo, mujer, no haber hablado mucho, demasiado; por esto quiero verle.
YOC.- Pues vendrá, pero también yo merezco saber qué hay en ti que te atormenta, señor.

780

EDI.- No te privaré de saberlo, llegado a este punto de desesperanza; si he venido a parar aquí por el destino, ¿a quién mejor que a ti podría explicárselo?
(Pausa y silencio)
Es mi padre Pólibo, de Corinto, y mi madre Mérope, doria. En Corinto era yo considerado como un buen ciudadano de los más principales, hasta que me sobrevino un caso que justificaba, sí, mi sorpresa, pero no seguramente que me preocupara tanto por él. En un banquete, un hombre que había bebido demasiado, bajo los efectos del vino, me llamó hijo supuesto de mi padre.

790

Yo acusé el golpe y, aunque a duras penas, me contuve aquel día, pero, al siguiente, me fui corriendo a mi padre y a mi madre y les interrogué: ellos llevaron a mal lo que se había dicho y lo consideraron un insulto de borracho: a mí me alegraron sus palabras, pero aquel hecho continuó mortificándome, socavándome mucho. Por fin, a escondidas de mi madre y de mi padre, tomo el camino de Pito, y Apolo me deja ir sin responder a lo que yo deseaba, pero bastante aclara mi mísero destino respondiendo un terrible, horroroso vaticinio,

800

que había de dormir con mi madre y poner ante los ojos de los hombres una raza execrable, y que había de matar al padre que me engendró. Yo, después de oír esta respuesta, me doy a la fuga, siempre midiendo la distancia que me separa de la tierra de Corinto, al azar de los astros, a lugares adonde no vea nunca realizarse las desgracias de aquel funesto oráculo... En mi camino, llego a un lugar como éste en que tú dices que fue asesinado el rey Layo... (Baja la voz, tembloroso). Y a ti, mujer, te diré la verdad.

810

Cuando estaba yo cerca de la encrucijada que has dicho, un heraldo y tras él un hombre que iba en un carro tirado por potros, un hombre como el que tú describes, se me acercan de frente. Y el heraldo [29] que va abriendo paso y el anciano quieren por fuerza echarme del camino; yo, airado, le doy un golpe al hombre que me apartaba, al conductor, pero el anciano, al verme, cuando paso por el lado del carro en mitad de la cabeza me golpea con las dos puntas de su fusta. No recibe de mí la misma pena,

820

sino que, al punto, golpeado por un bastón que sostenía ésta mi mano, cae de bruces en mitad del carro y luego rueda hasta el suelo... Di muerte a todos. Y, si este desconocido tiene algún parentesco con Layo, ¿qué hombre hay más mísero que éste (señalándose a sí mismo), en estos momentos? ¿Podría haber hombre más aborrecido por los dioses? Porque, si esto es así, no puede haber ni extranjero ni ciudadano que me reciba en su casa y me dirija la palabra: todos me han de sacar de su casa, y nadie más que yo, contra mí mismo, me habré maldecido de este modo;

830

y con estas dos manos mías ensucio el lecho del muerto, si por ellas ha hallado muerte. ¿Soy un criminal?... ¿Qué hay en mí puro, decidme, si tengo que exiliarme y en el exilio no puedo ir a ver a los míos ni acercarme a mi patria, si no es con el riesgo de entrar en el lecho de mi madre y matar a Pólibo [30], mi padre, que me engendró y crió? Si alguien dijera que esto es obra de una cruel divinidad, ¿no acertaría, tratándose de mí?... ¡No, no, santidad venerable de los dioses,

840

que no vea nunca este día! Antes de irme del mundo de los hombres, desaparecer, antes de ver que me ha sobrevenido la mancha de una tal desgracia.
CORI.- Príncipe, a nosotros esto nos angustia, pero hasta que no tengas, por el que allí estuvo presente, la certeza, ten esperanza.
EDI.- Sí, es la única esperanza que me queda: este hombre, este pastor, si viene.
YOC.- Y para cuando esté presente, ¿qué deseas?
EDI.- Te lo explicaré: si hallo que dice

850

lo mismo que tú, ya me habré desentendido de mi angustia.
YOC.- Y yo, ¿qué he dicho que tanto te interese?
EDI.- Tú has hablado de unos salteadores que, según él decía, le mataron. Si él se mantiene que eran varios, entonces no le maté yo, porque no es posible que uno solo sea igual que muchos... Pero si habla de un solo hombre, de un caminante que iba solo, entonces es de toda evidencia que hacia mí se inclina la balanza de este crimen.
YOC.- Pues esto es y ya lo sabes, lo que dijo, y no puede ahora hacerse atrás en esto: que toda la ciudad lo oyó y no yo sola.

860

E incluso si no mantiene lo que antes dijo, no por ello será la muerte de Layo congruente, al menos, con el oráculo por el que Loxias dijo que había de morir asesinado por un hijo mío. Y, sin embargo, no pudo él, pobre niño, matarle, porque murió antes. Es por eso que nunca me verás a mí mirar ni a derecha ni a izquierda, por causa de un augurio.
EDI.- Es buena tu opinión..., pero, con todo, a este labriego, no dejes de enviar a alguien que lo traiga.

870

YOC.- En seguida enviaré por él, que no sabría hacer yo nada que no fuera de tu agrado. Pero entremos en palacio.
(Entran y queda solo, en escena, el coro)
Estrofa 1
COR.-
Fuera mi destino demostrar una santa pureza en mis palabras y en todos mis actos. Leyes de alto vuelo rigen para ellas, leyes que han nacido allí arriba, en el celeste éter, y cuyo único padre es el Olimpo [31], que no las engendró el hombre, de naturaleza mortal, y que nunca logrará el olvido

[24] Es decir, que la sospecha recayó en Edipo a partir de las palabras del adivino y también a partir de ellas Edipo ofende a Creonte acusándole sin razón.

[25] El tema de la nave del estado de la que el gobernante dirige el rumbo aparece por primera vez en Arquíloco (fr. 163).

[26] De aquí deriva el nombre de Edipo "pies hinchados".

[27] Esta es una contradicción de Sófocles. El servidor es el que llegó a Tebas para anunciar la muerte de Layo. Ahora Yocasta deja entrever que este servidor se asombra al descubrir a Edipo en el trono.

[28] Toda súplica iba acompañada de gestos rituales. Uno era coger la mano de aquel a quien se hacía la súplica, y también abrazarle las rodillas.

[29] Nombra de tres formas al que parece ser la misma persona: el heraldo, el conductor y el guía.

[30] Este es el nudo gordiano de la trama y el momento de mayor ironía trágica en esta obra, en la que constantemente aparecen situaciones irónicas. Edipo se convence de ser asesino de Layo, pero aún no imagina que éste era también su padre.

[31] No se refiere al monte, sino a la morada luminosa de los dioses, al cielo mismo.