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a
Baco
[13]
de vinoso semblante que saluda con el evoé, al compañero de las
ménades, para que venga, fulgurante con su antorcha resplandeciente,
contra el dios que no tiene honra entre los dioses. |
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sin indicios, no podría llevar lejos mi investigación. Por ello ahora, como el último que ha llegado a la ciudadanía, proclamo ante vosotros, todos, ciudadanos cadmeos, lo siguiente: quienquiera que de vosotros sepa por mano de quién murió Layo, hijo de Lábdaco, le ordeno que me lo indique, y, si teme por él mismo, que él mismo se aparte de la acusación, porque no ha de sufrir contratiempo alguno salvo el marcharse con garantías del país. (Pausa y silencio). Y si alguien sabe que el asesino ha sido otro, de otra tierra, |
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que
no calle, no, que yo he de recompensarle y añadir, además, mi
agradecimiento. (Nueva pausa y nuevo silencio) |
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Que
todos lo excluyan de su familia como quien es para nosotros una
mancha de sangre; según el oráculo de dios de Pito acaba de
revelarme. Con estas órdenes entiendo demostrar mi alianza con el
dios y con el muerto. |
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que
fuera yo víctima de las imprecaciones que acabo de pronunciar. |
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y que
tendría con él comunes hasta los hijos, si su fortuna no se hubiera
torcido en el linaje (pero es que la fortuna se lanzó contra su
cabeza); por todas estas razones: yo, como si de mi padre se tratara
combatiré por él y llegaré a lo que sea, intentando atrapar al
responsable de la muerte del hijo de Lábdaco, del linaje de Polidoro
y, más allá, de Cadmo y todavía antes de Agenor
[14]. |
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i
hijos de sus mujeres les crezcan, sino que sucumban de más cruel
destino, incluso, que el que ahora sufrimos; a los otros cadmeos, en
cambio, a los que aprobáis mis órdenes, que Dike sea vuestra aliada
y estén por siempre a vuestro lado los dioses todos. |
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pero
no hay hombre que capaz fuera de forzar a los dioses en algo que no
quieran. |
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DI.-
¿Qué dichos? Me interesa escudriñar en todos ellos. |
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lo que puede enseñarse y lo inefable, lo celeste y lo arraigado en tierra: aunque no puedes ver, tú sabes sin embargo de qué enfermedad es víctima Tebas. No hallamos sino a ti, señor, que puedas defenderla y salvarla. El caso es, si no te has enterado ya por mis mensajeros, que Febo ha enviado, en respuesta a nuestra embajada, la contestación de que el único remedio que puede venir contra la peste es que lleguemos a saber quiénes fueron los asesinos de Layo y les matemos o bien les echemos lejos de esta tierra. Tú, pues, no desdeñes, no, ni los anuncios de las aves |
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ni
ningún camino de adivinación, el que sea, para liberarte a ti y a la
ciudad, para liberarme a mí, para liberarnos de la culpa de sangre
de su muerte. En tus manos estamos. Ayudar a un hombre con lo que
tiene o puede es la más bella fatiga. |
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y yo
el mío, si me haces caso. |
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¿Piensas acaso traicionarnos y ser la ruina de la ciudad? |
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TIR.-
En todo caso, y aunque yo lo encubra con mi silencio, llegará por sí
mismo. |
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que
antes promulgaste y que no nos dirijas la palabra, ni a éstos ni a
mí, porque tú eres quien ha derramado la sangre que mancha a esta
ciudad. |
370 |
EDI.-
No tanto que pueda decir que lo he entendido. Dilo otra vez. |
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porque tú eres ciego, de ojos y también de oído y de cabeza. |
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sobrepasa en ese cúmulo de rivalidades que es la vida! Cuán grande es la envidia que guardáis vosotros, si por este gobierno que la ciudad me puso en las manos, regalado, sin yo pedirlo: si por él Creonte, desde el principio mi amigo de confianza, viene a mí ocultamente y con deseo de herirme sobornando a un mago como éste, urdidor de intrigas, charlatán insidioso que sólo tiene ojos para las ganancias, pero que es ciego para su arte. (A Tiresias.) Sí, porque, si no, dime: ¿cuándo fuiste tú un cabal adivino? |
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¿Cómo no dijiste a los ciudadanos, cuando estaba aquí, con sus canciones, la perra [15], de qué forma se librarían de ella? Y sin embargo, el enigma no era como para que lo descifrara el primero que llegase, sino que necesitaba de adivinación, arte del que tú demostraste no saber nada, ni de los pájaros ni de ningún dios. Tuve que venir yo, Edipo, que nada sabía, y hacerla callar porque mi razón me llevó por buen camino, y sin saber nada por ningún pájaro. Y ahora tú intentas expulsarme y ya te ves en el lugar de honor al lado del trono de Creonte, |
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pero
me parece que tú y el que contigo ha tramado esto vais a pagar con
lágrimas estas expulsiones. De no parecerme un pobre viejo, yo haría
que, a fuerza de sufrimiento, cobrases conciencia de tu malicia. |
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de modo que no me verás inscrito entre la clientela de Creonte. A tus insultos sobre mi ceguera respondo: tú tienes, sí, ojos, pero no ves el grado de miseria en que te encuentras ni dónde vives ni en la intimidad de qué familiares. ¿Sabes quiénes fueron tus padres?... E ignoras que eres odioso para los tuyos, tanto vivos como muertos. Pronto la maldición de tu madre y de tu padre, de doble filo, vendrá, terrible, a echarte de esta tierra; ahora ves bien, pero entonces no verás sino sombra. Cuando sepas las bodas en que, como en viaje sin posible fondeo de la nave, te embarcaste, después de una feliz travesía, ¿qué lugar no será el puerto de tus gritos? |
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¿Qué
Citerón
[17]
no devolverá tu voz? Tampoco sabes nada de la avalancha de otros
males que os han de igualar, a ti contigo, contigo a tus hijos.
Después de esto, puedes ensuciarnos lo que quieras, a Creonte y a
mis oráculos. Ningún hombre ha de pasar una más desgraciada
existencia que tú. |
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Date
la vuelta y márchate por donde has venido. Lejos de este palacio. |
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EDI.-
Ya puedes, ya, injuriarme con cuantos motivos halles. |
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de Layo está aquí. Pasa por ser un extranjero que vive entre nosotros, pero después se verá que es tebano, aunque esta ventura no ha de alegrarle. Será ciego aunque antes ha visto, y pobre, en vez de rico, y tanteando ante sí con un bastón se encaminará a extrañas tierras. Se verá que era a la vez hermano y padre de los hijos con que vivía, hijo y esposo de la mujer de que había nacido y que, asesino de su padre, en su propia mujer había sembrado. Cuando entres, |
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medita estos oráculos y, si me coges en una mentira, puedes decir
que tengo inteligencia para vaticinios. |
[14] Agenor es el fundador de la dinastía tebana, rey de Sidón y Tiro, y padre de Europa y Cadmo.
[15] La Esfinge, no porque tuviera forma de perro, sino por su misión de guardiana del cumplimiento de los designios de Hera.
[16] Epíteto de Apolo que significa "oblicuo", en alusión a las ambiguas respuestas del oráculo.
[17] Monte en que fue abandonado Edipo. Aquí está empleado como nombre genérico de "monte".