(Entran en escena, procedentes del campo, Orestes y Pílades. Se aproximan a la tumba de Agamenón.)
ORESTES.- Hermes subterráneo[1], en atención al poder que tuvo mi padre, sé para mí -te lo suplico- salvador y aliado, pues llego a esta tierra y vuelvo del exilio...., y junto al túmulo de esta tumba envío a mi padre el mensaje de que me oiga, me escuche... <ofrezco> a Ínaco  un bucle en pago de mi crianza y éste segundo en señal de duelo...No lloré, padre, tu muerte ni extendí mi mano[2]  en el momento de sacar tu cadáver de casa para ir a enterrarlo...¿Qué estoy yo viendo?

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¿Qué cortejo de mujeres es éste que avanza, notable por sus velos negros? ¿A qué desgracia debo referirlo? ¿Ha caído sobre el palacio un nuevo dolor o he acertado al imaginar que traen a mi padre libaciones, ofrendas que aplacan a los muertos? No es otra cosa, pues me parece que veo avanzar a mi hermana Electra en la que se hace visible su triste duelo. ¡Oh Zeus, concédeme vengar la muerte de mi padre y sé, de grado, aliado mío!

20

Pílades, pongámonos fuera de sus miradas, para enterarme con claridad de cuál es la causa de esta procesión deprecatoria.
(
Orestes y Pílades se esconden. Entran Electra y el Coro.)

 [1] Una de las funciones de Hermes es acompañar a las almas de los muertos hasta el reino de Hades.

 [2] Para que se pusiera en marcha el cortejo fúnebre.