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DIONISO.- Me presento como hijo de Zeus en este país de los tebanos, yo, Dioniso[1]. Aquí me dio a luz un día la hija de Cadmo, Sémele, en un parto provocado por la llama del relámpago. He trocado la figura de dios por la humana, y aquí estoy, ante los manantiales de Dirce y las aguas del Ismeno. Contemplo el túmulo de mi madre, fulminada por el rayo, éste de ahí, junto al palacio, y las ruinas de su morada, que aún humean de la llama viva del fuego de Zeus, por la desmesurada[2] crueldad de Hera contra mi madre. |
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Elogio a Cadmo por haber dejado infranqueable este suelo, recinto sacro de su hija. De vid alrededor yo lo he recubierto, con el follaje pródigo en racimos[3]. Dejando atrás los campos auríferos de los lidios y los frigios, las altiplanicies de los persas asaeteadas por el sol y los muros bactrianos, pasando por la tierra de crudo invierno de los medos y por la Arabia feliz, y por toda la zona del Asia que a lo largo del salado mar se extiende con sus ciudades de hermosas torres, bien pobladas por una mezcla de griegos y bárbaros, |
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he llegado en primer lugar a esta ciudad de los griegos, tras de haber levado allí también mis coros y fundado mis ritos, a fin de ser un dios patente a los mortales. A Tebas, la primera en esta tierra helénica la he alzado con mi grito[4], ciñendo a su cuerpo la piel de corzo y poniendo en su mano el tirso, dardo de hiedra. Porque las hermanas de mi madre, quienes menos hubieran debido, aseguraban que Dioniso no había nacido de Zeus, sino que Sémele, desposada por algún mortal, le atribuía a Zeus la culpa de su furtiva unión. |
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que ella no está iniciada en las ceremonias báquicas, y que he de hacer la defensa de mi madre Sémele, manifestándome a los humanos como un dios que concibió de Zeus. Cadmo ha entregado su dominio y su poder real a Pen teo, hijo de su hija. Éste combate contra dioses al oponérseme, de sus libaciones me excluye y no me menciona jamás en sus rezos. Por esa razón voy a demostrarle que soy, desde mi nacimiento, un dios, a él y a los tebanos todos. soLuego, después de poner en orden lo de acá, hacia otra tierra dirigiré mi paso, |
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en mi epifania. Mas si la ciudad de Tebas intenta con furia rechazar a las bacantes del monte, congregaré a las ménades para conducirlas como a un ejército . Para eso he revestido esta apariencia mortal y he cambiado mi figura por esta naturaleza de hombre. Pero, ¡eh vosotras que abandonasteis el Tmolo, baluarte de Lidia, mujeres que formáis mi tíaso[6], a las que he traído de entre los bárbaros como compañeras de reposo y de andanza, blandid en alto el instrumento peculiar del pais de los frigios, el tamboril, invento de la Madre Rea y mio, |
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y, acudiendo en tomo de este palacio real de Penteo, hacedlo resonar, para que lo vea la ciudad de Cadmo! Y yo, yéndome con las bacantes que están en los valles del Citerón, participaré de sus danzas. |
[1] Como en otros dramas (Hipólito, Troyanas) un dios recita el prólogo que informa sobre los antecedentes de la situación dramática.
[2] Si la desmesura es grave, más en este caso, en que es una diosa quien se venga contra un mortal.
[3] Era tradicional en Grecia consagrar como lugar inaccesible el alcanzado por un rayo, como santificado por esta manifestación divina. El sepulcro de Semele en Tebas existía en tiempos de Eurípides.
[4] El grito ritual de ololygé, atestiguado en cultor femeninos.
[5] En el sentido de "ritos o ceremonias". Ni que decir tiene que el vocablo órgia no implica el sentido actual.
[6] El thíasos es el cortejo y la asociación dedicada al culto de un dios, especialmente de Dioniso. En tragedia no es normal que el que recite el prólogo anuncie la entrada del coro, aunque en este caso puede deberse a la especial relación que existe entre el dios y sus adoratrices.