CORO.— (Entran, con vivo ritmo al son de sus panderos, las bacantes del Coro.)  Desde la tierra de Asia, dejando el sacro Tmolo, corro en pos de Baco, dulce esfuerzo, fatiga placentera, lanzando el báquico evohé. ¿Quién en la calle? ¿Quién en la calle?

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¿Quién en palacio? ¡Que salga fuera[7] todo el mundo y santifique su boca reverente! Porque los himnos de ritual de siempre cantaré a Dioniso.
Estrofa.
¡Oh, feliz aquel que, dichoso conocedor de los misterios de los dioses, santifica su vida y se hace en su alma compañero de tíaso del dios, danzando por los montes como bacante en santas purificaciones, celebrando los ritos de la Gran Madre Cíbele[8]

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agitando en lo alto su tirso y, coronado de hiedra, sirve a Dioniso! ¡ Venid bacantes, venid bacantes, vosotras que a Bromio, niño dios, hijo de dios, a Dioniso, traéis en procesión desde los montes de Frigia a las espaciosas calles de la Hélade, al Bramador!
Antistrofa.
A quien antaño, entre los angustiosos dolores de parto,

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la que lo portaba en sí, su madre, lo dio a luz como fruto apresurado de su vientre, bajo el estallido de trueno de Zeus, al tiempo que perdía la vida fulminada por el rayo. Al instante en la cámara del parto lo recogió Zeus Cronida, y ocultándolo en su muslo lo alberga, con fíbulas de oro, a escondidas de Hera[9]. Lo dio a luz, cuando las Moiras

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cumplieron el plazo, al dios de cuernos de toro, Y lo coronó con coronas de serpientes. Desde entonces las ménades, nodrizas de animales salvajes, se ciñen tal presa a sus cabellos trenzados.
Estrofa 2ª.
¡Oh Tebas, nodriza de Sémele, corónate con hiedra! ¡Florece, haz florecer a porfía la verde brionia de frutos brillantes, y  conságrate a Baco

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entre ramos de encina o de abeto! ¡ Vestida con la moteada piel de corzo, cíñete con las tiras trenzadas de lana de blanco vellón! ¡ Consagra la vara de tu tirso cargado de furor! Pronto la comarca entera danzará, cuando Bromio conduzca sus cortejos al monte, al monte[10] donde aguarda el femenino tropel, lejos de telares y ruecas, aguijoneado por Dioniso.

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Antistrofa 2ª.
¡Oh caverna de los Curetes y sacras salas de Creta en que nació Zeus! Allí en las cuevas los Coribantes de triple penacho inventaron para mi este redondel de tenso cuero. y en báquica exaltación lo mezclaron al melodioso aire de las flautas frigias y lo pusieron en manos de la Madre Rea, redoble para los acompasados cánticos de las bacantes.

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Lo recogieron los sátiros delirantes de la diosa Madre, y lo enlazaron con los bailes bienales, en los que se regocija Dioniso.
Epodo.
¡Qué gozo en las montañas, cuando en medio del cortejo lanzado a la carrera se arroja al suelo, con su sacro hábito de piel de corzo, buscando la sangre del cabrito inmolado, delicia de la carne cruda,

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mientras va impetuoso por montes frigios, lidios! ¡He aquí a nuestro jefe Bromio, evohé! ¡Brota del suelo leche, brota vino, brota néctar de abejas[11]! , ¡Hay un vaho como de incienso de Siria! El Bacante  que alta sostiene la roja llama de su antorcha, marca el compás con su tirso, impele a la carrera y a las danzas a las errantes mujeres excitándolas con sus alaridos,

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mientras lanza al aire puro su desmelenada cabellera[12]. En medio de los gritos de evohé responde este bramido:
¡ Venid bacantes! ¡ Venid bacantes! Con la suntuosidad del Tmolo
[13] de áureas corrientes cantad a Dioniso, al son de los panderos de sordo retumbo, festejando con gritos de ¡evohé! al dios del evohé, entre los gritos y aclamaciones frigias,

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al tiempo que la sagrada flauta de loto melodiosa modula sus sagradas tonadas, en acompañamiento para las que acuden al monte, al monte. Alborozada entonces, como la potranca junto a su madre en el prado, avanza su pierna de raudo paso en brincos la bacante.

[7] Puede entenderse que el Coro invita a los no iniciados a alejarse. Pero también en el sentido de que el Coro acude con afán proselitista a mostrar los beneficios del nuevo culto, que como un evangelio ofrecen a los tebanos.

[8] El culto de Cíbele, de origen minorasiático, se introdujo en el Ática entre el s. VI y V. Era el tipo de Diosa Madre la que se asocia un Dios Joven, papel que aquí parece asumir Dioniso. La asociación entre ambos cultos es patente.

[9] El mito del doble nacimiento de Dioniso tiene varios paralelos en otras culturas de ámbito indoeuropeo.

[10] La ascensión al monte era uno de los elementos del ritual báquico, la oreibasía. Alejándose de la reclusión hogareña y, aun más, de la civilización urbana, en la libertad del bosque se desarrollan las ceremonias agrestes del dionisismo. Allí tiene lugar el sparagmós ritual, descuartizamiento de algunos animales salvajes, y la omophagía, la ibgestión de la carne cruda de los animales sacrificados; allí se dan los silvestres milagros y las danzas entusiásticas del tropel de mujeres liberadas por la atracción del dios del delirio y la embriaguez.

[11] El Coro, en su exaltación, evoca los prodigios habituales de las fiestas báquicas (Cf. v. 704)

[12] El Bacante, por antonomasia, es Dioniso, con el que se identifican, poseídas por el entusiasmo, sus fieles. La carrera, los alaridos y la melena suelta son gestos característicos del ceremonial báquico.

[13] El Tmolo, junto al que se elevaba Sardes, la capital de Lidia.