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(Ágave, con su larga ropa y hábito de bacante en desorden, con el
tirso coronado por la sanguinolenta cabeza de Penteo, danzando como
en delirio, entra en escena[53]). Estrofa. ÁGAVE.- ¡Bacantes de Asia...! CORO.— ¿A qué me excitas, ooh? AGA.- ¡Traemos de los montes |
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una
guirnalda recién cortada para adorno del hogar, una dichosa presa de
caza! CORO.— La veo y te voy a aceptar como compañera de cortejo. AGA.- Lo he capturado sin lazos, este joven cachorro de león salvaje, como puedes ver. CORO.— ¿En que tierra salvaje? AGA.- El Cíteron... CORO.— ¿El Citerón? AGA.- Le dio muerte. CORO.— ¿Quién la primera en herirlo? AGA.- ¡Mío, mío es ese honor! |
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CORO.— Bienaventurada Agave... |
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hábilmente
azuzó a las ménades contra esta fiera. CORO.— ¡Como que es cazador nuestro señor!. AGA.- ¿Me elogias? CORO.— ¿Elogio? Pronto los Cadmeos... AGA.- Y mi hijo Penteo... CORO.— ¿ Va a ensalzar a su madre? AGA.- Que ha capturado esta presa de estirpe leonina. CORO.— ¡Extraordinaria! AGA.- ¡De lo más extraordinario! CORO.— ¿Te encuentras feliz? AGA.- Estoy muy gozosa, mucho, mucho. CORO.— ¡Desde luego que son un espectáculo los logros de esta cacería!. |
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CORIFEO.—
¡Muestra ahora, a los ciudadanos, desgraciada, la presa que como
trofeo de victoria has venido a traer! AGA.- Pobladores de esta ciudad de hermosas torres en la tierra tebana, venid a ver esta presa, que conseguimos en nuestra cacería las hijas de Cadmo, sin las jabalinas de correas de cuero de los tesalios, sin redes, sólo con la audacia de nuestros brazos. ¿A la vista de esto, hay que jactarse de adquirir los útiles del fabricante de lanzas, de modo superfluo? Nosotras por nuestra propia mano lo cogimos a éste, |
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y hemos
descuartizado los miembros de tal fiera. ¿Dónde está mi viejo padre?
¡Que se acerque! Y Penteo, mi hijo, ¿dónde está? Que coja una
escalera de firmes apoyos y la levante en el palacio, para que
cuelguen con clavos en los triglifos[55]
esta cabeza de león que yo cacé y le presento. (Entra Cadmo, acompañado de los servidores que, sobre una litera, cubiertos con un paño, traen los restos del descuartizado Penteo. El viejo, agobiado por el dolor, no ve de momento a Ágave. La apercibirá en v. 1231. .) CAD.- Seguidme trayendo la triste carga de Penteo, seguidme, servidores, hasta el palacio. Su cuerpo, por el que me he fatigado en incontable búsqueda, lo traigo aquí, después de encontrarlo en los repliegues del Citerón descuartizado, |
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sin hallar dos trozos en un mismo sitio, sino diseminado por el bosque, difícil de rastrear. Me enteré al oír a uno de las atrocidades de mis hijas, cuando ya estaba dentro de los muros de la ciudad con el anciano Tiresias de regreso de las bacanales. De nuevo volví al monte y de allí traigo a mí nieto asesinado por las bacantes. Allí he visto a la madre de Acteón, que parió de Aristeo, a Autónoe, y a Ino junto a ella, en la espesura hostigadas por el frenesí, las desgraciadas; |
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y de Ágave
alguien me ha dicho que con paso báquico hacia aquí se dirigió. Y no
oímos falso. Porque aquí la veo, ¡visión desventurada! AGA.- ¡Padre, bien puedes ufanarte al máximo de que engendraste unas hijas superiores en mucho a todos los humanos! A todas he aludido, pero en especial a mí, que tras abandonar en el telar mi rueca he llegado a más noble empeño: cazar fieras con mis manos; y traigo en mis brazos, como ves, estos trofeos de mi captura, para que en tu palacio se expongan colgados. |
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Tú, padre,
acéptalos en tus manos. Orgulloso por las presas de mi cacería
invita a los amigos a una fiesta[56].
¡Pues eres dichoso, dichoso, por lo que nosotras hemos realizado! CAD.- ¡Pena desmedida, e irresistible espectáculo, el crimen que con vuestras desgraciadas manos habéis realizado! ¡Hermosa víctima de sacrificio has ofrecido a los dioses para invitamos al festejo a esta ciudad de Tebas y a mí! ¡Ay de mí, qué desgracias, primero tuyas, y luego mías! ¡Cómo el dios, de modo justo, pero excesivo, nos ha destruido, |
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el soberano
Bromio, que nació en nuestra familia! AGA.- ¡Qué mal genio produce en los hombres la vejez y qué oscuridad de la vista! Ojalá mi hijo fuera un excelente cazador, parecido a su madre en tales acciones, cuando en compañía de los jóvenes tebanos persigue las bestias salvajes. ¡Pero él sólo sabe combatir contra un dios! Hay que hacerle entrar en razón, padre, eso es de tu competencia. ¿Quién puede llamarle aquí ante mi presencia, para que me vea tan feliz? CAD.- ¡Ay! ¡Ay! ¡Cuando comprendáis lo que habéis hecho, |
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sufriréis un
tremendo dolor! Pero si hasta el fin os quedáis sin pausas en el
estado en que estáis, sin ser felices, al menos parecerá que evitáis
la desdicha[57]. AGA.- ¿Qué no hay bueno en esto, o qué hay de lamentable? CAD.- Empieza por fijar tu mirada en el cielo AGA.- ¡Ya! ¿Por qué me has ordenado mirarlo? CAD.- ¿Aún te parece el mismo, o que tiene variaciones? AGA.- ¡Más claro que antes y más límpido! CAD.- ¿Ese frenesí de ahora aún está en tu alma? AGA.- No entiendo esa frase. Pero me sucede como si volviera en mí, |
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alterando mi
anterior modo de pensar. CAD.- ¿Puedes entonces oírme y responderme con claridad? AGA.- Me he olvidado ahora de lo que antes dijimos, padre. CAD.- ¿En qué mansión entraste al son de los himeneos? Agave.— Me entregaste en matrimonio a un Esparto, según la leyenda[58], a Equión. CAD.- ¿Luego qué hijo, en su palacio, nació de tu esposo? AGA.- Penteo, fruto de la unión de su padre conmigo. CAD.- ¿De quién es ahora el rostro que tienes en tus manos? AGA.- De un león según decían sus cazadoras. CAD.- Obsérvalo bien. ¡Breve esfuerzo es mirarlo! |
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AGA.- ¡Ah, qué
veo! ¿Qué es lo que llevo en mis manos? CAD.- Examínalo y entérate con toda claridad. AGA.- Veo un grandísimo dolor ¡infeliz de mi! CAD.- ¿Todavía crees que se asemeja a un león? AGA.- No; sino que, ¡desgraciada de mi, llevo la cabeza de Penteo! CAD.- Por la que yo lloraba, antes de que tu la reconocieras. AGA.- ¿Quién le mató? ¿Cómo llegó a mis manos? CAD.- ¡Terrible verdad, que te presentas en el peor momento! AGA.- Habla, que la demora hace palpitar mi corazón. CAD.- Tú le has matado, y tus hermanas contigo. |
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AGA.- ¿Dónde
murió? ¿En casa? ¿En qué lugares? CAD.- Allí donde antes destrozaron a Acteón sus perros. AGA.- ¿Por qué acudió al Citerón este infeliz? CAD.- Para burlarse del dios iba a tus bacanales. AGA.- Y, nosotras, ¿de qué modo fuimos a parar allí? CAD.- Estabais en delirio y toda la ciudad estaba poseída por Baco. AGA.- Dioniso nos destruyó. Ahora lo comprendo[59]. CAD.- Fue ofendido en exceso. Porque no le creíais un dios. AGA.- ¿Y el queridísimo cuerpo de mi hijo, dónde está, padre? CAD.- Yo lo he rastreado a duras penas y lo traigo aquí. |
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AGA.- ¿Está
todo en sus miembros, bien recompuesto? (Aquí hay una laguna en el texto. Probablemente Cadmo desvelaba el cadáver, y Ágave se lamentaba sobre él intentando recomponer los restos de su hijo) AGA.- Pero a Penteo ¿qué parte le correspondía de mi sinrazón?. CAD.- Se portó igual que vosotras, no veneraba al dios. Así, pues, os reunió a todos en el mismo desastre, a vosotras y a éste, para destruir a la familia, y a mi, que sin hijos, sin hijos varones , veo a este vástago de tu vientre, desgraciada, muerto de la manera más horrenda y más cruel. En él fijaba su mirada nuestra casa... En ti, hijo mío, que eras el sostén de nuestro hogar, nacido de mi hija, |
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y el venerable temor representabas en la ciudad, y a este viejo nadie se atrevía a ultrajarle al contemplar tu rostro. Porque habría recibido su merecido castigo. Ahora en cambio seré expulsado de mi palacio, sin honor, yo, el gran Cadmo, que la estirpe de los tebanos planté y que recolecté su hermosísima cosecha. ¡Oh el más querido de los hombres! —pues, aunque ya no existes, sin embargo te contaré entre los más queridos, hijo—, ya nunca tocarás esta barba con tu mano y me saludarás como al padre de tu madre, abrazándome, hijo, |
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y diciendo:
«¿Quién te molesta, quién te falta al respeto, anciano? ¿Quién te
apena y perturba tu corazón? Dime, para que yo castigue al que te
afrenta, abuelo.» Ahora yo soy un viejo miserable, tú un desdichado,
lamentable es tu madre, y desdichadas sus hermanas. Si hay alguien
que se crea superior a los dioses, que considere la muerte de éste,
y crea en la divinidad. CORIFEO.— Sufro con tu dolor, Cadmo. Aunque tu nieto ha tenido un merecido castigo, es bien doloroso para ti. AGA.- ¡Oh padre, ya ves cómo se ha revuelto mi destino! (Dioniso aparece en el theologeion, y, como dios, profetiza.) |
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DIO.- [60].Te convertirás por metamorfosis en dragón, y tu esposa Harmonía, que recibiste de Ares, aunque eras mortal, se trocará también en animal bajo la figura de serpiente. Y junto con tu esposa guiarás una carreta de novillos, según pronostica el oráculo de Zeus, al frente de bárbaros. Muchas ciudades arrasarás con tu ejército incontable. Pero al saquear un santuario de Loxias, obtendrán a cambio un trágico retomo. Pero a ti y a Harmonía os salvará Ares y transportará tu vida a la Tierra de los Bienaventurados. |
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Esto os digo
yo que no he nacido de padre mortal, yo, Dioniso, hijo de Zeus. Si
hubierais sabido practicar la sensatez, cuando no queríais, os
habríais hecho un aliado del hijo de Zeus, y habríais sido felices. CAD.- Dioniso, te suplicamos. Te hemos ofendido. DIO.- Tarde habéis aprendido; y cuando debíais, lo ignorabais. CAD.- Lo hemos reconocido. Pero tú nos has aplastado en exceso. DIO.- ¡Por haberme ofendido vosotros a mi que nací de un dios! CAD.- No deben los dioses asemejarse en su cólera a los mortales. DIO.- Desde antaño mi padre Zeus lo había decidido. |
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AGA.- ¡Ay, ay,
está ya determinado, anciano, nuestro triste exilio! DIO.- ¿A qué, pues, demoráis lo que es necesario? CAD.- ¡Oh hija, a qué terrible desgracia hemos llegado todos, tú, desgraciada, y tus hermanas! ¡Y yo, infeliz, que iré a vivir entre bárbaros, como un viejo expatriado! Y además el oráculo me profetiza que conduciré contra Grecia un confuso ejército bárbaro. Incluso a la hija de Ares, Harmonía, mi esposa, con la salvaje naturaleza de una sierpe, yo en forma de dragón, la traeré contra los altares y las tumbas griegas, |
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introduciéndome por la fuerza de las lanzas. ¡Y no concluiré mis
desgracias, ¡infeliz de mí!, ni quedaré tranquilo navegando el
subterráneo Aqueronte. AGA.- ¡Oh padre, y yo saldré al destierro, privada de tu compañía! CAD.- ¿Para qué me echas los brazos al cuello, oh desgraciada hija, como un cisne alado a un viejo canoso e inútil? AGA.- ¿A dónde voy a dirigirme, expulsada de mi patria? CAD.- No lo sé, hija. Pequeño socorro es tu padre. AGA.- ¡Adiós, casa! ¡Adiós, ciudad paterna! Te abandono en mi desgracia, |
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desterrada de mi hogar.
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con
penalidades has llegado a este momento! AGA.- ¡Llevadme, como guías, hasta mis hermanas, para que las tomemos como compañeras desdichadas de exilio! ¡Ojalá llegue adonde ni el maldito Citerón me vea ni el Citerón vea yo ante mis ojos, donde no quede ni huella de un tirso...! ¡Que otras bacantes cuiden de ello! CORO.— Muchas son las formas de lo divino, y muchas cosas realizan los dioses contra lo previsto. Lo que se esperaba quedó sin cumplir, y a lo increíble encuentra salida la divinidad. De tal modo ha concluido este drama. |
[53] El cortejo báquico (kómos) está formado por Ágave, que hace aquí una entrada triunfal en escena, bailando y agitando la sanguinolenta cabeza de su hijo, empalada sobre su tirso recubierto de hiedra
[54] Después del descuartizamiento venía el banquete ritual (omophagía) en el que se devoraba cruda la carne de las víctimas sacrificadas. A ello invita Ágave al coro que se espanta de su ofrecimiento..
[55] Por metonimia se designa con triglifos todo el friso del frente del palacio. La costumbre de suspender de clavos en lo alto del friso los trofeos de caza está bien atestiguada en Grecia.
[56] Por tercera vez insiste Ágave en lucir como trofeo de caza su presa, aunque con diferencias de matiz según sus interlocutores: ante las bacantes insiste sobre el aspecto ritual de la matanza, ante los tebanos sobre el cinegético, ante Cadmo sobre su carácter honorífico para la familia.
[57] El pensamiento de que la ignorancia de la desgracia la mitiga es muy propio de Eurípides, así como el preferir, con todo, a esta beatitud ilusoria la dolorosa lucidez de la verdad y la consciencia
[58] Ágave habla aquí como una ateniense del s. V, no como una hija de Cadmo, algo propio del escéptico Eurípides
[59] Tras la catástrofe, el héroe trágico reconoce su destino y su error.
[60] Falta el comienzo de la profecía de Dioniso, en que el dios vaticinaba a los tebanos que un día serían expulsados de la ciudad.