CORO.
Estrofa.
¡Hija del río Aqueloo,

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soberana y virginal Dirce! ¡Tú, la que en tus fuentes un día recogiste al hijo de Zeus; cuando Zeus, que lo había engendrado, lo arrebató a la muerte en medio del fuego, y lo guardó en su muslo con esta exclamación: «¡Ven, Ditirambo[34], entra en una matriz varonil! Yo te revelo a ti con este nombre, Baco, para que Tebas te invoque con él!»

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¡ Y ahora tú, divina Dirce, me rechazas, cuando acudo  junto a ti con mis cortejos con coronas de fiestas! ¿Por qué me niegas? ¿Por qué me evitas? Aún ¡por la gracia de la vid y los racimos de Dioniso!, aún te has de ocupar de Bromio.
Antistrofa.
En su feroz cólera revela su terrestre origen Penteo, que ha nacido de una sierpe de antaño.

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Le engendró Equión, ¡monstruo salvaje!, a él no como hombre mortal, sino como a un gigante asesino, adversario de los dioses. Éste a mí, la seguidora de Bromio, pronto va a apresarme en sus lazos. Ya retiene en el interior de su palacio al guía de mi comitiva, prisionero en tenebrosas mazmorras.

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¿ Ves lo que pasa, Dioniso hijo de Zeus, a tus fieles en sus luchas contra la opresión? ¡ Ven, soberano que agitas tu tirso de áureos destellos por el Olimpo! ¡Detén la violencia de hombre tan sanguinario!
Epodo.
¿Por dónde, pues, guías con el tirso tu cortejo, Dioniso? ¿Por Nisa o por las cumbres Coricias?

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Tal vez en las boscosas hendiduras del Olimpo, donde en tiempos al son de la cítara Orfeo congregaba los árboles, congregaba las fieras agrestes con su inspirada música. ¡Feliz Pieria! Te venera el dios del evohé. Vendrá a ti a danzar en sus fiestas báquicas y consigo traerá a las ménades con sus bailes en ronda, cruzando el río Axio,

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que da a los humanos una próspera felicidad, y el venerable Lidias, del que he oído que fertilizaba con sus aguas una comarca de buenos caballos.

[34] Himno y canción de origen dionisíaco.