1160 |
(Llega un mensajero.) |
1170 |
Creonte, en efecto, fue envidiable en un momento, según mi criterio, porque había liberado de sus enemigos a esta tierra cadmea y había adquirido la absoluta soberanía del país. Lo gobernaba mostrándose feliz con la noble descendencia de sus hijos. Ahora todo ha desaparecido. Pues, cuando los hombres renuncian a sus satisfacciones, no tengo esto por vida: antes bien lo considero un cadáver que alienta. Hazte muy rico en tu casa, si quieres, y vive con el boato de un rey, que, si de ello está ausente el gozo, |
1180 |
no le compraría yo a este hombre
todo lo demás por la sombra del humo, en lugar de la alegría. |
1190 |
Sale de palacio, porque ha oído
hablar de su hijo o bien por azar. |
1200 |
Pero, sea cual sea la noticia,
decidía de nuevo. Pues la escucharé como quien está avezado a las
desgracias. |
1210 |
y tras lavarle con agua purificada, entre todos quemamos con ramas recién cortadas lo que había quedado de él y levantamos un elevado túmulo de tierra materna. A continuación nos introducimos en la pétrea gruta, cámara nupcial de Hades para la muchacha. Alguien oye desde lejos un sonido de agudos plañidos en torno al tálamo privado de ritos funerarios, y, acercándose, lo hace notar al rey Creonte. Éste, al aproximarse más aún, escucha también confusos gemidos de funesto clamor y, entre lamentos, |
1220 |
lanza estas desgarradoras palabras: <¡Ay, infortunado de mí! ¿Soy acaso un adivino? ¿Estoy recorriendo tal vez el más desdichado camino de los que he recorrido? La voz de mi hijo me recibe. Ea, criados, llegaos más cerca rápidamente y, una vez que os coloquéis junto a la tumba, mirad, introduciéndoos en el mismo orificio por la abertura producida al apartar la piedra del túmulo, si estoy escuchando la voz de Hemón o si estoy engañado por los dioses. Miramos, según nos lo ordenaba nuestro abatido dueño, y vimos a la joven en el extremo de la tumba colgada por el cuello, |
1230 |
suspendida con un lazo hecho del hilo de su velo, y a él, adherido a ella, rodeándola por la cintura en un abrazo, lamentándose por la pérdida de su prometida muerta por las decisiones de su padre, y sus amargas bodas. Creonte, cuando le vio, lanzando un espantoso gemido, avanza al interior a su lado y le llama prorrumpiendo en sollozos: <Oh desdichado, ¿qué has hecho? ¿Qué resolución has tomado? ¿En qué clase de desastre has sucumbido? Sal, hijo, te lo pido en actitud suplicante.» |
1240 |
Pero el hijo, mirándole con fieros ojos, le escupió en el rostro y, sin contestarle, tira de su espada de doble filo. No alcanzó a su padre, que habla dado un salto hacia delante para esquivarlo. Seguidamente, el infortunado, enfurecido consigo mismo como estaba, echó los brazos hacia adelante y hundió en su costado la mitad de su espada. Aún con conocimiento, estrecha a la muchacha en un lánguido abrazo y, respirando con esfuerzo, derrama un brusco reguero de gotas de sangre sobre su pálida faz. Yacen así, un cadáver sobre otro, |
1250 |
después de haber obtenido sus
ritos nupciales en la casa de Hades y después de mostrar que entre
los hombres la irreflexión es, con mucho, el mayor de los males
humanos. |
1260 |
Corifeo.- No lo sé. A mí
me parece que son funestos, tanto el demasiado silencio como el
exceso de vano griterío. |
1270 |
Estrofa 1ª. |
1280 |
Creonte.- ¡Ay de mí!
Ya lo he aprendido, ¡infortunado! Un dios entonces, sí, entonces, me
golpeó en la cabeza con gran fuerza y me metió por caminos de
crueldad, ¡ay!, destruyendo mi pisoteada alegría. ¡Ay,ay, ah,
penosas penas de los mortales! |
1290 |
Creonte.- ¿Qué? ¿Existe,
pues, aún algo peor que mis desgracias? |
1300 |
¿La muerte a cuchillo de mi
mujer me acecha para mi ruina? |
1310 |
Mensajero.- Ella, herida
por afilado instrumento al pie del altar, relaja sus párpados en la
oscuridad, no sin lamentar antes el vacío lecho de Megareo[49]
, que murió primero, y, después, el de éste, y, por último,
deseándote desgracias a ti, asesino de sus hijos. |
1320 |
Estoy sumido en una
desgraciada aflicción. |
1330 |
sacadme cuanto antes,
llevadme lejos, a mí que no soy nadie. |
1340 |
¡Que llegue, que llegue, y yo
no vea ya otra luz del día! |
1350 |
y a ti, a la que está aquí.
¡Ah, desdichado! No sé a cuál de los dos puedo mirar, a qué lado
inclinarme. Se ha perdido todo lo que en mis manos tenía, y, de otro
lado, sobre mi cabeza se ha echado un sino difícil de soportar. |
1360 |
Las palabras arrogantes de los que se jactan en exceso, tras devolverles en pago grandes golpes, les enseñan en la vejez la cordura. |
[47] Hécate, diosa de los caminos. Solía tener estatuas en las encrucijadas.
[48] El Coro hace notar el misterioso silencio con que se retira la reina, que no hace presagiar nada bueno (Cf. Edipo Rey v. 1075, Traquinias v. 813).
[49] Megareo, nombre que parece referirse al que Eurípides llama Meneceo, el otro hijo de Creonte y Eurídice., sacrificado antes del combate para obtener la victoria de Tebas ante el asedio de los argivos.