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(Entra el Guardián arrastrando a
Antígona |
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¿Qué pasa? ¿No será que te
llevan porque has desobedecido las normas del rey y ellos te han
sorprendido en un momento de locura? |
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después de las amenazas de las que antes fui objeto. Pero la alegría que viene de fuera y en contra de toda esperanza a ningún otro goce en intensidad se asemeja. He venido, aunque había jurado que no lo haría, trayendo a esta muchacha, que fue apresada cuando preparaba al muerto[15]. Y en este caso no se echó a suertes, sino que fue mío el hallazgo y de ningún otro. Y ahora, rey, tomando tú mismo a la muchacha, júzgala y hazla confesar como deseas. Que justo es que yo me vea libre de esta carga. |
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Creonte.- A ésta que
traes, ¿de qué manera y dónde la has cogido? |
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que ya se estaba pudriendo, nos sentamos en lo alto de la colina, protegidos del viento, para evitar que nos alcanzara el olor que aquél desprendía, incitándonos el uno al otro vivamente con denuestos, por si alguno descuidaba su tarea. Durante un tiempo estuvimos así, hasta que en medio del cielo se situó el brillante círculo del sol. El calor ardiente abrasaba. Entonces, repentinamente, un torbellino de aire levantó del suelo un huracán —calamidad celeste— que llenó la meseta, destrozando todo el follaje de los árboles del llano, y el vasto cielo se cubrió. |
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Con los ojos cerrados sufríamos el azote divino. Cuando cesó, un largo rato después, se pudo ver a la muchacha. Lanzaba gritos penetrantes como un pájaro desconsolado cuando distingue el lecho vacío del nido huérfano de sus crías. Así ésta, cuando divisó el cadáver descubierto, prorrumpió en sollozos y tremendas maldiciones para los que habían sido autores de esta acción. En seguida transporta en sus manos seco polvo y, de un vaso de bronce bien forjado, |
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desde arriba cubre el cadáver con triple libación[16]. Nosotros, al verlo, nos lanzamos, y al punto le dimos caza, sin que en nada se mutara. La interrogábamos sobre los hechos de antes y los de entonces, y nada negaba. Para mi es, en parte, grato y, en parte, doloroso. Porque es agradable librarse uno mismo de desgracias, pero es triste conducir hacia ellas a los deudos. Ahora bien, obtener todas las demás cosas es para mi menos importante que ponerme a mí mismo a salvo. |
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Creonte.- (Dirigiéndose
a Antígona.) Eh, tú, la que inclina la cabeza hacia el suelo,
¿confirmas o niegas haberlo hecho? |
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ni la Justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Éstas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo por ellas de parte de los dioses por miedo a la intención de hombre alguno. Sabía que iba a morir, ¿cómo no?, |
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aun cuando tú no lo hubieras hecho pregonar. Y si muero antes de tiempo, yo lo llamo ganancia. Porque quien, como yo, viva entre desgracias sin cuento, ¿cómo no va a obtener provecho al morir? Así, a mí no me supone pesar alcanzar este destino. Por el contrario, si hubiera consentido que el cadáver del que ha nacido de mi madre estuviera insepulto, entonces si sentiría pesar. Ahora, en cambio, no me aflijo. Y si te parezco estar haciendo locuras, puede ser que ante un loco me vea culpable de una locura. |
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Corifeo.- Se muestra la
voluntad fiera de la muchacha que tiene su origen en su fiero padre.
No sabe ceder ante las desgracias. |
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ufanarse de ello y burlarse, una vez que ya lo ha llevado a efecto. Pero verdaderamente en esta situación no sería yo el hombre —ella lo seda—, si este triunfo hubiera de quedar impune. Así, sea hija de mi hermana, sea más de mi propia sangre que todos los que están conmigo bajo la protección de Zeus del Hogar[17] , ella y su hermana no se librarán del destino supremo. Inculpo a aquélla de haber tenido parte igual en este enterramiento. |
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Llamadla. Acabo de verla adentro
fuera de si y no dueña de su mente. Suele ser sorprendido antes el
espíritu traidor de los que han maquinado en la oscuridad algo que
no está bien. Sin embargo, yo, al menos, detesto que, cuando uno es
cogido en fechorías, quiera después hermosearlas. |
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del mismo modo que a ti te
desagradan las mías. Sin embargo, ¿dónde hubiera podido obtener yo
más gloriosa fama que depositando a mi propio hermano en una
sepultura? Se podría decir que esto complace a todos los presentes,
si el temor no les tuviera paralizada la lengua. En efecto, a la
tiranía le va bien en otras muchas cosas, y sobre todo le es posible
obrar y decir lo que quiere[18].
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Antígona.- No considero
nada vergonzoso honrar a los hermanos. |
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Antígona.- ¿Quién sabe
si allá abajo estas cosas son las piadosas? |
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Creonte.- Tú, la que te
deslizaste en mi casa como una víbora, y me bebías la sangre sin yo
advertirlo. No sabía que alimentaba dos plagas que iban a derrumbar
mi trono. Ea, dime, ¿vas a afirmar haber participado también tú en
este enterramiento, o negarás con un juramento que lo sabes? |
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de hacer yo misma contigo la
travesía de esta prueba. |
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Antígona.- Con dolor me
río de ti, si es que lo hago. |
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Creonte.- Afirmo que
estas dos muchachas han perdido el juicio, la una acaba de
manifestarlo, la otra desde que nació. |
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Creonte.- Odio a las
mujeres perversas para mis hijos. |
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cuando ven a Hades cerca ya de
su vida. |
[15] Para los ritos del sepelio.
[16] Era ritual: la primera con leche, la segunda con vino dulce y la tercera con agua.
[17] Creonte conoce que incurre en una falta contra los dioses en la persona del Zeus protector del hogar, juzgando y castigando a un miembro de ese hogar, pero está obligado a ello en su condición de guardían de las leyes de la ciudad.
[18] Frase solemne de aguda crítica al aborrecido régimen de la tiranía. No es una referencia aislada en la época clásica.
[19] Eteocles.
[20] Ismene se lo parecía a Creonte, Antígona a Polinices y a los que ya estaban en el Hades.
[21] Ésta es una imagen usual que encontramos repetida en el mismo autor (Traquinias v. 33, Edipo Rey v. 1211, 1497) y en otros (Eurípides, Ión v. 49; Menandro, Díscolo v. 842)