CORIFEO.- Vengo, Clitemestra, a rendir homenaje a tu poderío, pues es de justicia honrar

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a la esposa del soberano, cuando está ausente del trono el varón. Tanto si estás ocupándote de hacer sacrificios por haber recibido buenas noticias, como si sólo lo haces con la esperanza de recibirlas, lo escucharé con alegría, pero tampoco me quejaré, si te lo callas.
CLITEMESTRA.- Como portadora de buenas noticias, conforme al provebio, nazca la aurora de su madre la noche. Vas a enterarte de una alegría que sobrepasa cuanto tú esperaras oírme: sí; los argivos ya han conquistado la ciudad de Príamo.
CORIFEO.- ¿Como dices? Se me ha escapado el alcance de tus palabras, porque es increíble.
CLI.-  ¡Que Troya es ya de los aqueos! ¿Hablo con claridad?

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CORIFEO.- La alegría me invade y al mismo tiempo me arranca lágrimas.
CLI.-  Sí. Tus ojos delatan que tienes buenos sentimientos.
CORIFEO.- ¿Y qué es lo que hace creerlo? ¿Tienes garantía de que es verdad?
CLI.-  La tengo -¿por qué no?-, a menos que un dios me haya engañado.
CORIFEO.- ¿Acaso estás concediendo importancia a persuasivas visiones de sueños?
 CLI.-  No aceptaría yo la ilusión de una mente que está soñolienta.
CORIFEO.- ¿Cebó, entonces, tu seguridad una noticia carente de alas?[28]
CLI.- Te has mofado de mi inteligencia como si yo fuera una niña chica.
CORIFEO.- ¿Y en qué momento ha quedado arrasada esa ciudad?
CLI.- Te contesto: la noche pasada, la que ha dado lugar a este día.

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CORIFEO.- ¿Y quién podría llegar a anunciarlo tan pronto?
CLI.- Hefesto[29], enviando un brillante fulgor desde el Ida. Desde el fuego que fue el primero en dar la noticia, cada hoguera fue enviando otra hoguera hasta aquí: el Ida al Hermeo, monte de Lemnos. En tercer lugar, recibió de esta isla una gran hoguera la altura de Atos consagrada a Zeus, y se elevó por aquellas alturas, como para venir por encima del mar para nuestro gozo, el vigor de la antorcha viajera <...>, y la ardiente resina del pino dio aviso a los vigías del monte Macisto con la brillantez de un dorado fulgor semejante al del sol.

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No se anduvo en demoras el monte, ni vencido del sueño de modo insensato pasó por alto la parte que a él le tocaba en el mensaje, antes, al contrario, llegó allá lejos la luz de su hoguera, hasta las corrientes del Euripo. Y dio la señal a los centinelas de Mesapio. Estos encendieron, a su vez, otra hoguera, para que la señal siguiera adelante, prendiéndole fuego a un montón de brezo ya seco. La vigorosa llama, sin apagarse siquiera un momento, franqueó de un salto las tierras bajas del rio Asopo, como luna resplandeciente, hasta la roca del Citerón Y provocó un nuevo relevo[30] del fuego encargado de traer la noticia.

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El puesto de guardia no descuidó el enceder una luz que llegara a lo lejos, más intensa aún de lo que se le había ordenado. Y la luz cruzó por encima del lago Gorgopis y alcanzó hasta el monte Egiplanto, donde incitó a no omitir la orden que habla de encender un fuego. Lo encendieron con ardor diligente y enviaron una enorme barba de fuego como para sobrepasar, iluminándolo, el promontorio desde cuya cumbre se divisa el golfo Sarónico. Luego saltó y al punto llegó al monte Aracneo, puesto de observación ya vecino a nuestra ciudad,

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y a continuación alcanzó esta morada de los Atridas esa luz que no deja de ser descendiente del fuego prendido en el Ida. Tales eran mis instrucciones a los portadores de las antorchas: cada uno releve al otro, y vence el primero y el último en esta carrera. Y tal garantía y señal te digo de que desde Troya mi esposo me dio la noticia.
CORIFEO.- Mujer, mi plegaria a los dioses en acción de gracias más tarde la haré. Ahora quisiera escuchar tu relato sin interrupción y llenarme de admiración conforme tú vayas hablando de nuevo.

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CLI.-  En el dia de hoy ya los aqueos son dueños de Troya. Pienso que en esa ciudad se echan de ver voces que no son concordes. Si en la misma vasija pusieras vinagre y aceite, les podrías llamar enemigos, porque cada uno se mantiene aparte del otro. Del mismo modo es posible oir en sentido distinto las voces de los conquistados y sus vencedores, por el doble valor del suceso. De un lado, gente que se abraza en el suelo a los cadáveres de los maridos y los hermanos, o hijos que hacen lo propio a los cuerpos de quienes los engendraron y ya eran ancianos y todos hacen salir de su cuello, que ya ha perdido la libertad, gemidos por la muerte de sus seres más queridos.

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Por su parte, a los otros, la fatiga de haber andado de acá para allá durante la noche tras la batalla, los endereza a saciar su hambre con la comida que haya en la ciudad, sin ningún indicio de organización, sino cada cual conforme a la suerte que al azar le tocó. <Y> en las prisioneras casas troyanas habitan ya, libres de las heladas a la intemperie y de la escarcha, y como gente que tiene prosperidad dormirán la noche entera sin tener que hacer guardia. Si con piedad veneran a los dioses protectores del país conquistado y los templos de esas deidades,

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no se tornarán en el futuro de conquistadores en conquistados. Pero antes me temo que incurra el ejército en el deseo de devastar lo que no se debe, dominado por ansia de lucro[31], pues todavía es preciso que den la vuelta para hacer hacia atrás la segunda mitad de la carrera, que constituye la salvación del regreso a sus casas. Pero si consiguiera venir el ejército por no haber ofendido a los dioses, ni sucedieran imprevistas desgracias, aún quedaría despierto el sufrimiento por los que han muerto. Esto es lo que de mí, una mujer, estás oyendo. ¡Que el bien logre el triunfo[32] como para verlo sin duda ninguna,

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que, de entre muchos bienes posibles, ya he escogido esta ventaja!
CORIFEO.- Hablas, mujer, con sensatez, como lo haría un prudente varón[33]. Así que yo, como ya he escuchado tus fidedignas pruebas, me dispongo a invocar a los dioses del modo apropiado, pues se nos ha concedido un favor que bien merece el pago de nuestro esfuerzo.

[27] Justicia, personificada como deidad.

[28] Para extenderse por la ciudad.

[29] Metonimia: “el fuego o la llama del fuego”. Este pasaje es uno de los más famosos de la tragedia antigua, y muy típico de Esquilo (el más notable, los errabúndeos de Io en el Prometeo, 786-ss). Una especie de telégrafo de fuego parece haber sido conocido de los persas (Iliada, XVIII, 207-ss). El pasaje plantea no pocos problemas, pués algunos lugares no han sido identificados.

[30] La comparación de la llama con un atleta que salta y corre es constante en este pasaje.

[31] Estas aprensiones han sido evocadas ya por Calcante (v. 131-ss), si los vencedores destruyen los templos de los dioses.

[32] Clitemnestra recoge una expresión del propio coro (v. 121).

[33] El tema de una Clitemnestra varonil ya ha aparecido antes (v. 11).

[34] La Noche es hijade Caos y madre, entre otros, del Étre y del Día.