Ocupémonos ahora de una intoxicación con periodo de latencia corto ciertamente
peculiar. Se trata de la intoxicación cardiovascular por setas o síndrome
de tipo Antabus, consecuencia de la ingestión de setas antialcohólicas. Sí,
antialcohólicas; ha leído usted bien.
El alcohol que consumimos con la cerveza, el vino y otras bebidas está producido, sobre todo,
por la levadura Saccharomyces cerevisiae . Este hongo microscópico puede obtener energía fermentando azúcares,
y como productos de desecho de este proceso se generan CO2 (anhídrido carbónico) y
alcohol (etanol, concretamente). La producción de gas por la levadura se ha usado desde hace
milenios para esponjar la masa del pan, mientras que el etanol ha dado origen a bebidas como
la cerveza y el vino.
El consumo excesivo de alcohol causa problemas de sobra conocidos (cirrosis, comas etílicos,
etc.) que no comentaremos aquí. Si se toma con moderación, el organismo es capaz de metabolizarlo.
En nuestro sufrido hígado hay una enzima, la alcohol deshidrogenasa, que cataliza una reacción
que convierte el alcohol en acetaldehído. Éste, mediante otra enzima (acetaldehído deshidrogenasa),
se convertirá en acetato, que podemos eliminar tranquilamente.
El disulfiram es un
fármaco, comercializado como Antabus o Antabuse, que bloquea la acción de la acetaldehído
deshidrogenasa. Si bebemos alcohol después de tomar disulfiram, aumentarán los niveles de
acetaldehído en la sangre. El resultado será que experimentaremos de golpe la madre de todas
las resacas. El mal rato está asegurado y, en el caso de personas con problemas cardíacos o
hepáticos, las consecuencias pueden ser graves e incluso fatales.
Bajo prescripción médica, el disulfiram se puede administrar a alcohólicos crónicos para
que aborrezcan el alcohol. Si el paciente (quizá podríamos llamarlo «víctima») ingiere
bebidas espirituosas, podrá experimentar una sensación de calor, cara y cuello enrojecerán,
sudará copiosamente, tendrá vómitos, taquicardia, palpitaciones, bajada de tensión...
Pues bien, hay setas que poseen una toxina, la coprina, con efectos similares al disulfiram. Se trata de setas cuyo consumo
no causa problemas... salvo que se tome alcohol a continuación. En tal caso, es probable que se
experimente un síndrome de tipo Antabus más o menos intenso. En el mejor de los casos, el susto
no te lo quita nadie. Por suerte, suele ser una intoxicación leve, salvo en casos de individuos
con historial de arritmias cardíacas. Su tratamiento suele ser sintomático y de soporte, con
administración de vitamina C y antieméticos para cortar los vómitos.
La seta antialcohólica por excelencia es Coprinopsis
atramentaria , que antes se incluía en
el género Coprinus (en concreto, se llamaba Coprinus atramentarius). Suele aparecer
en grupos, normalmente donde hay restos leñosos. Los ejemplares son comestibles cuando son jóvenes,
porque al madurar experimentan un curioso fenómeno: se licúan. Las láminas se disuelven, convirtiéndose
en una tinta negra
que recuerda a la de un calamar.
Para evitar problemas con los coprinos, recomendamos no arriesgarse a padecer un síndrome Antabus
y consumir especies que no tengan niveles altos de coprina. En concreto, lo mejor es ceñirse a
Coprinus comatus , la barbuda o seta de tinta,
y rechazar los demás coprinos. Por si acaso. Y recoléctense sólo ejemplares jóvenes.
El síndrome Antabus se ha descrito también en otros géneros de setas, como ciertas colmenillas
(ej.: Morchella angusticeps) y boletos (ej.: Suillellus luridus o Imperator torosus,
que antes se incluían en Boletus).
Ah, puede que el setero aficionado se sienta confundido o incluso enojado al comprobar que ciertos
nombres científicos de hongos han cambiado recientemente. Por ejemplo, géneros como Coprinus o
Boletus han sido «troceados» durante los últimos años por los taxónomos. En fin, así
funciona la Ciencia, la cual se va adaptando conforme conocemos mejor la naturaleza que nos rodea.
La clasificación de los seres vivos se rige por criterios filogenéticos, es decir, ha de reflejar
el parentesco evolutivo entre especies. Ahora podemos determinar dicho nivel de parentesco con mayor
fiabilidad, ya que la comparación de ácidos nucleicos es cada vez más rápida y barata. Y el ADN nos
sugiere que setas que parecían estar próximas, en realidad no lo están tanto. De ahí la necesidad de
separarlas en géneros diferentes.
Puede que muchos añoremos los viejos tiempos, cuando las cosas eran más sencillas, pero es lo que hay.
Qué se le va a hacer... Más detalles, en la página de taxonomía.
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