Existe otra intoxicación con periodo de latencia corto que, al igual que la
neurológica, puede provocar alteraciones mentales. Nos referimos a la intoxicación
por hongos alucinógenos propiamente dicha.
Aunque también se ve afectada nuestra percepción de la realidad, las toxinas presentes
en los llamados
hongos psilocibios no son las mismas que en Amanita muscaria. Sobre todo destacan
unos derivados indólicos, la
psilocibina y la psilocina.
Tras ser ingerida, la psilocibina se convierte en psilocina, que es la responsable de los efectos
alucinógenos. Otros alcaloides que pueden estar presentes son la baeocistina y la norbaeocistina.
Como en los casos anteriores, interfieren con el normal funcionamiento del sistema nervioso.
Concretamente, activan ciertos receptores de serotonina en el cerebro. Eso provoca que nuestra
mente empiece a hacer cosas raras. En pocas palabras, tienen efectos alucinógenos,
similares a los del LSD o la mescalina.
Aunque pueden ocurrir ingestiones accidentales de
hongos psilocibios , en la inmensa
mayoría de los casos la intoxicación es voluntaria. O sea, se busca a propósito el efecto
alucinógeno. Este suele aparecer pronto, al cabo de media hora o poco más, y se mantiene
durante varias horas. El tipo de alucinaciones experimentadas varía según la especie fúngica
de que se trate, el estado emocional previo del paciente, el ambiente que lo rodea. Dado lo
extendido del consumo de estos hongos, el lector interesado podrá encontrar en Internet
innumerables sitios donde los psiconautas describen sus experiencias.
Por más que los defensores del uso enteógeno de estos hongos afirmen que no crean adicción y que son inofensivos,
su consumo no está exento de riesgos. En algunos casos se puede experimentar pánico, angustia,
confusión, convulsiones incluso... En suma, un mal viaje. Para paliar sus efectos, se
procede a tranquilizar al afectado, a ser posible en un entorno donde los estímulos sensoriales
sean reducidos, hasta que recobre la tranquilidad. Puede ser necesaria la administración de
sedantes. Aunque son muy raros, se citan casos de arritmias, infarto y muerte. Asimismo, aunque
hayan dejado de consumirse puede ocurrir un flashback (experimentación súbita del viaje mucho
tiempo después de haber ingerido los hongos) que, si pilla al afectado en mal momento y lugar,
pues...
En diversos géneros fúngicos hay especies que contienen psilocibina. El más conocido es
Psilocybe , con numerosas
especies enteógenas como P. semilanceata o P. cubensis. Algunas, como esta última,
son cultivadas para el autoconsumo, por más que sea ilegal en muchos países. Estos hongos reciben
diversos nombres comunes, como monguis, angelitos, etc.
Por lo general son setas esbeltas, de pie fino y sombrero más o menos acampanado, con láminas
oscuras. Son saprofitas, y pueden encontrarse en prados y jardines, incluso sobre estiércol.
Hay más géneros de setas con un aspecto y hábitat que recuerdan a los de Psilocybe, y
que también contienen psilocibina en cantidades variables: Panaeolus
, Stropharia
, Mycena, Galerina, etc.
De todos modos, cualquiera lo bastante insensato como para recolectar esas setas con ánimo de
consumirlas, ha de saber que existen especies muy tóxicas e incluso mortales con las que pueden
confundirse. Un ejemplo es Galerina marginata, tan mortífera como Amanita phalloides,
y que ya comentamos en la página de setas hepatotóxicas.
Otras setas con psilocibina muestran un porte más recio, como la lignícola
Gymnopilus junonius (= G. spectabilis), conocida como seta de la risa, aunque su sabor
es muy amargo.
Los hongos alucinógenos han sido usados desde tiempos inmemoriales para lograr estados alterados
de consciencia. Se cree que unas pinturas rupestres españolas de hace 6000 años representan a
Psilocybe hispanica,
una seta con psilocibina. Asimismo, hay constancia de su uso con fines religiosos y adivinatorios en
Mesoamérica.
La popularización de estas setas en la cultura occidental se inicia en 1957, gracias a los estudios
del matrimonio Wasson, una notable pareja de etnomicólogos aficionados, sobre el consumo ritual de
hongos entre los mazatecas en México. Los hongos fueron identificados como Psilocybe por el
micólogo francés Roger Heim, y los alcaloides responsables de sus efectos psicotrópicos fueron
analizados por el químico Albert Hofmann. El resto es Historia.
Su consumo se fue popularizando con el tiempo, aunque el trasfondo religioso ha tendido a perderse
frente al uso lúdico. No entraremos aquí en consideraciones morales sobre el tema. El lector dispone
de abundantísima información en Internet, tanto a favor como en contra de su cultivo e ingestión,
para forjarse su propia opinión al respecto. De todos modos, al autor de estas líneas no le hace
mucha gracia la idea de tomar sustancias que se dedican a interferir con el funcionamiento de los
neurotransmisores en el cerebro. Al fin y al cabo, este órgano es lo que nos hace ser lo que somos,
y ponerse a juguetear con él puede traer consecuencias indeseadas.
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