Como ya se ha dicho, los seres vivos se clasifican en categorías
jerárquicas, llamadas en general taxones, de distinto
rango, que encajan unos en otros como muñecas rusas.
En taxonomía ya vimos que hay
8 taxones principales (especie, género, familia, orden, clase,
filo, reino y dominio), aunque puede haber categorías secundarias.
Una lista completa de taxones y subtaxones podría ser ésta,
que comprende desde lo general hasta lo particular:
DOMINIO - REINO - SUBREINO - FILO (= DIVISIÓN en Botánica,
aunque para hongos este término se tiende a abandonar por
el de "filo") - SUBFILO (= SUBDIVISIÓN) - CLASE
- SUBCLASE - ORDEN - SUBORDEN - FAMILIA -SUBFAMILIA - TRIBU -SUBTRIBU
- GÉNERO - SUBGÉNERO - SECCIÓN - SUBSECCIÓN
- SERIE - SUBSERIE - ESPECIE - SUBESPECIE - VARIEDAD - SUBVARIEDAD
- FORMA - SUBFORMA - FORMA ESPECIAL - RAZA FISIOLÓGICA -
INDIVIDUO.
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Como se ve, se puede hilar muy
fino a la hora de clasificar. Por supuesto, no todas esas categorías
se utilizan; en ocasiones, su empleo indiscriminado es criticado por
algunos especialistas.
Algunas categorías adoptan unas terminaciones especiales,
que pueden ser distintas según el grupo (los zoólogos
usan terminaciones diferentes a los botánicos; los hongos,
diferentes a las algas, etc.). Por ejemplo:
- Los nombres de filos de hongos terminan en -mycota.
- Los subfilos, en -mycotina.
- Las clases, en -mycetes.
- Las subclases, en -mycetidae.
- Los órdenes, en -ales.
- Los subórdenes, en -ineae.
- Las familias, en -aceae.
- Las subfamilias, en -oideae.
- Las tribus, en -ieae.
- Las subtribus, en -inae.
Desde tiempos del insigne Linneo, las especies se designan por
un nombre científico. Éste consiste en un binomio,
formado por dos palabras latinas o latinizadas. La primera es el
nombre genérico; se escribe en mayúsculas, y hace
referencia al género. La segunda es el nombre específico;
se escribe en minúsculas, y se refiere a la especie concreta
de que se trata. El binomio (y, en realidad, todos los nombres de
taxones) se escribe en cursiva (o subrayado, si el medio de escritura
elegido no dispone de cursivas).
Por ejemplo, la oronja verde o seta mortal se denomina Amanita phalloides. Esto nos indica que es la especie
phalloides dentro
del género Amanita el cual, a su vez, incluye a otras especies
como la oronja (A. caesarea), la seta matamoscas (A. muscaria),
etc. El género Amanita se encuadra en la familia Amanitaceae
(o en Pluteaceae, para otros autores), ésta en el orden
Agaricales,
éste en la subclase Agaricomycetidae, ésta en la clase
Basidiomycetes, ésta en el filo (o división)
Basidiomycota,
éste en el reino Fungi y éste, a su vez, en el dominio
Eukaryota.
Por supuesto, los nombres latinos pueden "españolizarse";
(o traducirse a cualquier otra lengua vernácula). En tal
caso, al igual que con los nombres comunes, no se escriben en cursiva.
Por eso, en esta web nos referiremos tanto a oomicetos como a Oomycetes,
a rusuláceos o a Russulaceae, etc.
La nomenclatura fúngica, es decir, el modo de dar nombre
a las especies (y, en sentido amplio, a cualquier taxón)
de hongos, se rige por la última edición del Código
Internacional de Nomenclatura Botánica. En cada Congreso
Internacional de Botánica se discuten y aprueban, en su caso,
los cambios necesarios para que el Código sea estable, adecuado
y rechace la ambigüedad.
Actualmente existen Códigos de Nomenclatura diferentes para los
animales, bacterias, plantas cultivadas y virus. A los hongos y algas se les
aplica el Código de Botánica por tradición, que no por otra razón.
Los hongos verdaderos, así como los mixomicetos y afines, están más
cerca de los animales que de las plantas; por su parte, los mildius
y sus parientes son algas arrepentidas. No obstante, los micólogos
somos botánicos en espíritu, así que...
Para que el nombre de un taxón sea correcto, ha de pasar
por todo un filtro nomenclatural (aunque, como veremos, ha habido
cambios a partir del congreso de 2011):
- El nombre debe aparecer en una publicación efectiva: impresa
en papel, y con una distribución que la haga accesible al
público (o al menos, a las instituciones botánicas).
- Debe tratarse de una publicación válida: el nombre
ha de aparecer en forma correcta, acompañado de una descripción
en latín, estar de acuerdo con el Código, que figure
claramente el rango del taxón y que se indique el ejemplar
tipo del que se hace la descripción, y dónde se halla
depositado.
- Se necesita su tipificación: toda especie o taxón
ha de basarse en un ejemplar tipo, que puede estar en un pliego
de herbario, en forma de cultivo desecado, preservado en nitrógeno
líquido, etc. Los cultivos de hongos en crecimiento activo
no son admisibles como tipo. Para más información
sobre los tipos, puede visitarse esta página de la
Wikipedia.
- El nombre ha de ser legítimo: hay que evitar los nombres
superfluos o los homónimos (emplear un nombre que ya existía
anteriormente).
- Se debe respetar el principio de prioridad: si se proponen varios
nombres para una misma especie en distintas publicaciones, el más
antiguo (siempre que sea correcto, claro) es el válido. Este
principio de prioridad puede ser dejado de lado en el caso de ciertos
nombres de uso amplio, cuya eliminación podría crear
confusión (nomina conservanda, nom. cons.). Asimismo, el
principio de prioridad se soslaya en el caso de hongos con diferentes
nombres para sus fases sexuales y asexuales (tiene prioridad la
fase sexual).
En cuanto a los hongos, los
principales cambios efectuados en el Congreso de
Melbourne (2011) son:
- Se da validez a las publicaciones electrónicas. No es necesario dejar un
ejemplar impreso en papel en una biblioteca.
- Además del latín, también vale el inglés...
- Para cada hongo
habrá un único nombre. Ya hemos visto en otras páginas de Myco-UAL
que un hongo puede tener nombres distintos para el anamorfo (fase asexual) y
teleomorfo (fase sexual). El teleomorfo tenía preferencia. Pues eso se acabó, hala.
O sea, que según el año de publicación del libro que uno consulte, puede que el
nombre válido de un hongo haya cambiado un montón de veces. Más confusión... En fin,
ya se sabe que los taxónomos hemos venido a este mundo a sufrir...
- Se reconocen dos depósitos válidos de nombres de hongos:
Index Fungorum
y MycoBank.
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En Botánica, el punto de partida
para la nomenclatura es la obra de Linneo Species Plantarum
(1 de mayo de 1753). En el caso de los hongos, se han tomado como
inicio distintos trabajos de Fries y Persoon. No entraremos aquí
en detalles que resultarían prolijos para el no especialista.
El nombre científico de un hongo puede cambiar, si hay razones
para ello. Por ejemplo, un especialista realiza la revisión
de toda una familia de hongos, y decide que algunos géneros
no son válidos, por lo que las especies han de redistribuirse
en nuevos géneros. Como consecuencia, una misma especie,
además del nombre válido, puede exhibir toda una cohorte
de sinónimos. Esto puede llevar a la confusión del
no especialista (y del especialista, dicho sea de paso). Por ejemplo,
la seta de chopo aparece en algunos libros como Agrocybe aegerita,
y en otros como Agrocybe cylindracea; el género al
que pertenece el champiñón es Agaricus, pero
hay obras en las que se denomina Psalliota...
Puede que al aficionado a las setas le haya llamado la atención
que, después del nombre científico del hongo, figure
un apellido, o su abreviatura. Por ejemplo, Hebeloma cistophilum
Maire. Eso indica que dicha seta fue descrita por Maire. En otras
ocasiones, puede haber varios apellidos, uno de ellos entre paréntesis,
como por ejemplo Oudemansiella melanotricha (Dörfelt)
Moser. Esto significa que la especie fue descrita originalmente
por Dörfelt, pero con otro nombre (Xerula melanotricha,
en este caso). Posteriormente, Moser revisó la especie y
le dio su nombre actual. Hay más formas de indicar los nombres
de autor, pero no las trataremos aquí.
En la X edición del Dictionary of the Fungi (2008) se emplea el
Código de Nomenclatura Zoológica para los organismos similares a hongos
del reino Protozoa.
Y por si no lo habíamos mencionado antes, los taxónomos moleculares lo
están poniendo todo patas arriba...
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